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Battlefield: Bad Company

La franquicia Battlefield, un nombre reconocido por todos a la hora de jugar online, nos trae un juego con historia y una tendencia por romper todo tipo de edificio que se interponga en el camino de los cuatro soldados que conforman la unidad Bad Company. Con una promesa de destrucción total, y ser el primer Battlefield en tener una historia dentro del juego, ¿habrá manejado bien la presión?

Battlefield: Bad Company

La saga Battlefield explotó con su primer juego Battlefield 1942. Los diferentes vehículos que se podían usar, y la facilidad y comodidad con lo que se manejaban han sido de lo mejor que vimos en un FPS. Luego de 1942, Digital Illusions llevó todo lo bueno de ese juego a nuestra época con Battlefield 2. Aún mejor que su predecesor. El éxito no le sonrió tanto a su secuela Battlefield 2142, y aunque fue un muy buen juego, no pudo superar a sus antecesores.

Hoy tenemos una nueva incursión en esta saga y parecería ser una especie de desviación de lo que veníamos viendo. En esta ocasión decidieron dedicarse más a la campaña de un solo jugador, y agregar una historia. Pero no te preocupes, porque el modo multijugador sigue brillando como siempre.

La franquicia sigue sacando al mercado FPSs de alta calidad.

La historia sigue los pasos del nuevo recluta Preston Marlow, quien recientemente se ha incorporado a la compañía llamada Bad Company o B-Company. Una división especial para soldados inadaptados o poco convencionales. Las personalidades de los diferentes soldados como Sarge, Haggard y Sweetwater complementan muy bien el lado cómico de la historia, ya que son personajes muy peculiares en su forma de ser y sus diálogos. De todas maneras por el lado de calidad, la historia cae bastante corta. Lejos de tocar temas controversiales sobre la realidad actual, Bad Company decide contar la historia de este grupo de soldados que en el medio de una guerra contra Rusia cae en cuenta de la existencia de un supuesto oro de mercenarios. Las cosas se ponen candentes cuando en la mente de los soldados empieza a aparecer la idea de la hacerse con ese oro.

En caso de que el humor negro, o el hecho de pasarla bien en medio de una guerra no sea lo tuyo, tal vez no disfrutes tanto de la relación que tienen los personajes. Pero de todos modos podrás disfrutar del resto de las cosas que ofrece el juego, ya que la historia no es para nada tan importante como la jugabilidad. Será cuestión de gustos.

Fuera de la historia, Bad Company sigue siendo un FPS como lo fueron sus antecesores. No hay mucho que decir sobre su manejo, más que es agradable y cómodo, como cualquier juego del género. Sin embargo, lo que sí está en duda dentro de los FPS es el sistema de energía. Algunos siguen usando la vieja barra, otros decidieron usar un sistema de acumulación de daño y si te encuentras fuera de peligro durante un tiempo vuelves a estar fresco como una lechuga. El sistema de Bad Company consiste en lo siguiente: cada soldado lleva una inyección “mágica” (en realidad no es mágica pero es lo que parece), que se recarga cuando no está en uso. Entonces, cuando la energía esta baja, éste se la inyecta en el corazón, lo cual le restaura la energía por completo. Esto puede ser algo bueno, pero visto desde el punto que la inteligencia artificial (de la cual hablaremos luego) es tan perfecta, terminas inyectándote energía cada cinco minutos, lo cual no es satisfactorio en lo más mínimo.

Por otro lado, cada vez que el personaje muere vuelve a aparecer como si nada hubiese sucedido. En otros juegos como Call of Duty 4, al perder el jugador vuelve a comenzar desde el último lugar guardado, o el último checkpoint. Este no es el caso de Bad Company. El hecho de reaparecer como si no te hubiesen llenado de plomo hace cinco minutos, le hace perder importancia a morir. Es así como uno se siente Rambo en la mayor parte del juego.

Y es muy cierto el hecho de que te sientas Rambo en la mayoría de las misiones ya que todo el tiempo tienes la sensación de que estás solo. A pesar de lo simpáticos que son tus compeñeros, no hacen nada más que cubrirse, dispararle a alguien de vez en cuando, y no morir nunca.

Uno de los puntos que más utilizó Electronics Arts para comercializar este juego, fue la promesa de que cualquier tipo de edificación podía ser destruida con un disparo certero. Pues bien, este punto funciona muy bien gracias al nuevo motor gráfico Frostbite. No solo eso, sino que es extremadamente gratificante volar a pedazos algo que en otros juegos ni puedes pensar en destruir. Es cierto que es imposible derrumbar un edificio a menos que este hecho para ese fin. Pero en cuanto al grado de destrucción al que este juego llega, es impensado hasta en videojuegos como Crysis que se jactan de poder derribar un árbol. Y aún en ese caso, no es tan real como en Bad Company.

Despedazar edificios, ¿qué más se puede pedir?

Lamentablemente no todo es color de rosas en Bad Company y eso se ve en la inteligencia artificial del enemigo, que sufre de errores bastante infantiles. Decimos infantiles en el sentido de que en este tiempo y época, soldados que te pueden ver a través de las paredes es casi inadmisible. Es peor aún que cada disparo sea certero. Lo cual obliga a que te inyectes cada cinco minutos para mantener la energía en un nivel adecuado. Además, con semejante punto como edificios destructibles, es una pena que el enemigo no lo utilice para su ventaja. Ya que cuando lo hace es de manera torpe.

Finalmente Bad Company no sería parte de la franquicia Battlefield si no tuviese una gran variedad de vehículos para manejar. Tanques grandes y pequeños, helicópteros, botes, hammers y buggies, todos los vehículos son divertidos de manejar y se controlan de manera creíble.

Los gráficos son dignos de esta generación, pero el sonido es de otro planeta.

A esta altura en la generación actual de tecnología hablar de gráficos es un poco en vano. Pero, ¡demonios, lo haré igual! Bad Company se ve espectacular exceptuando algunos detalles. Las explosiones al hacer un agujero en un edificio son muy reales. Los modelos de los personajes están muy bien diseñados, y es muy difícil encontrar alguna textura que se vea lavada. Pero más allá de cómo se ve, que como ya dijimos es en vano, el sonido general es soberbio. No hay en nuestra memoria otro FPS que suene tan bien como este. Los disparos, las explosiones, las paredes destrozadas. Todo le suma un nuevo significado a la experiencia final.

Vehículos... infaltables en un Battlefield.

Algo que muchos podrán achacarle al modo multijugador es no poder jugar una campaña con amigos. Principalmente por lo limitado de los soldados en el juego. Tratando el juego de un equipo de cuatro compañeros sonaría obvio que la campaña del juego se podría jugar entre cuatro amigos. Sin embargo esto no es así. ¡Muy mal EA, muy mal!

Más allá de esa “decepción” en cuanto a multijugador, Bad Company se defiende muy bien. Principalmente por el hecho de poder destruir cualquier tipo de edificación que se te presente. Lo cual buscar un refugio se puede complicar mucho más. Hasta 24 jugadores pueden batallar en ocho mapas diferentes, y los tipos de juego son muy variados.

Actualmente puedes encontrarlo para Xbox360 y Playstation 3 a €66,90 en Game.es. Un precio que corresponde al paquete final que entrega Bad Company, con una extensa campaña para un solo jugador y una experiencia multijugador que no tiene desperdicio.

El modo multijugador es solo una de las razones para jugar Bad Company.

A fin de cuentas Battlefield: Bad Company entrega en todos los sentidos. Una campaña de un solo jugador entretenida, con gráficos dignos de esta generación y efectos sonorosos simplemente magníficos. Eso sí, con algunos problemas, pero que no logran arruinar la experiencia final. El multijugador como cualquier Battlefield es una joya y seguramente será usado hasta que el próximo  juego de la franquicia vea la luz. Por ser la primera vez que incursionan en un juego con historia, no se le puede decir mucho, pero esperemos que les salga mejor para la próxima.

Puntaje: 86%

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Escrito por Tomás Garcia

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