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Flower Robotics: Los robots de Tatsuya Matsui que evocan emociones

Los seres humanos nos dejamos guiar por nuestros sentidos, de eso no hay duda. Tocamos el frío metal y lo encontramos distante de nuestra naturaleza. Las líneas rectas nos son ajenas, acostumbrados a la armonía de las curvas. Los ojos vacíos son un signo de no vida, de muerte o demencia. Y si alguna vez los robots pretenden ganar nuestro corazón, ser uno más en nuestras vidas, deben estar de acuerdo a nuestros estándares de humanidad. Tatsuya Matsui lo sabe, y para eso trabaja.

Seguro que tú tienes una licuadora en tu casa, o un horno de microondas. La licuadora la usas para hacer ricos jugos y el horno de microondas para calentar la pizza que te sobró de la noche anterior. Cumplen funciones que, si bien no son de vital importancia para tu vida, sí te la simplifican. Pero cuando el microondas termina de calentar la pizza tú no le agradeces. Es su función hacerlo, lo compraste para eso. Es una cosa sin vida. En todo caso, le agradeces a tu pareja, si te prepara el jugo o la pizza caliente por las mañanas. Tu pareja está viva, no la compraste en ningún negocio de artículos para el hogar y no es su función hacerte el desayuno. Le agradeces porque te hace un favor.

Si alguna vez los robots intentan formar parte de nuestra vida, ser uno más en la familia, tendrán que demostrar no sólo que son más útiles que una licuadora, sino que no son una cosa, algo comprado, manufacturado en serie. Deben emitir vida, no solo inteligencia. Pero hete aquí el problema. Los robots nunca tendrán vida, al menos no como la conocemos.

Por suerte (o no), sí se puede crear la ilusión de vida. Por qué… ¿cómo sabes que tu pareja está con vida, después de todo? Seguro que no la abriste para ver si tiene órganos, sangre y un corazón latiendo. Tú, simplemente, sabes que la tiene. Está viva porque camina, porque respira, emite calor, ríe, come… en definitiva, porque hace todo lo que una persona con vida debe hacer.

Y aquí caemos en otro problema en el diseño de los robots. No se puede imitar la vida humana. Los intentos que se han hecho han resultado tan fallidos como estremecedores. Algo que luce como un humano, pero no lo es… resulta simplemente inquietante. Nuestra intuición nos indica que algo anda mal y rechazamos la idea. Entonces, ¿es posible que una cosa tenga vida sin lucir humana? ¡Pues claro, tu gato la tiene! Y tu gato no habla, ni va a trabajar todas las mañanas. Es, lisa y llanamente, un gato. Y, por lo tanto, a menos que esté tieso y duro como madera, está vivo. Lo sabes, y punto.

Entonces, ¿cómo es que percibimos la vida? Según Tatsuya Matsui, algo con vida es algo que nos evoca y genera emociones. Tu microondas no te enloquece de amor, no te entristece, ni te llena de alegría. Tu gato y tu pareja sí. Matsui considera que todo lo que genere emoción, puede (existe la posibilidad de) ser interpretado como algo vivo. O al menos que le daremos una chance que, de otra forma, no tendría. Típica filosofía oriental, después de todo.

Y aquí viene lo más interesante, Matsui considera que los más fuertes sentimientos provienen de la debilidad del otro, de su delicadeza, belleza y necesidad de protección. Por eso, claro, llamó a su empresa Flower Robotics. Nada más bello y delicado que una flor. Siguiendo esta lógica, no es raro que uno de sus más queridos robots sea Posy, una robotita, blanca, linda, brillante y tierna. Y sí, digo robotita y no robot porque su imagen evoca muchas cosas, tantas como para no tratarla como un objeto inanimado. Posy es un intento de “expresar la vista pura del mundo de una niña de 3 años y cambiar por completo la atmósfera que la rodea.” Posy, ¡que lindo nombre!, solo puede preparar flores y extenderlas a los que la visitan. Pero eso alcanza para que a más de uno le caiga simpática y bonita. Y uno lo sabe, es un robot, no puede tener vida. Pero sí que la evoca. Tatsuya Matsui lo logró al dotar su modelo de nuestra idea proyectada de inocencia y debilidad, el verdadero ideal Platónico de una niña. Es un reflejo de nuestros propios sentimientos. Y sí, tiene vida… en el sentido ilusorio.

¿Y por qué es tan importante el trabajo de Tatsuya? Porque, te guste o no, en un futuro tal vez no muy lejano, los robots serán parte de nuestra vida, tal cual hoy lo es el ordenador con el que lees este artículo. Probablemente ni tu ni yo estemos vivos para verlo, ¿quién sabe? Pero que sucederá, sucederá. Los avances tecnológicos no se ponen en duda, sabemos que hoy en día son posibles robots increíbles. Ni hablar de aquí a 20 años. Pero para que puedan convivir entre nosotros, integrarse a nuestra familia, deben ganarse nuestra simpatía. Sino, no serán más que un lavarropas sofisticado, y no es así como todos nos imaginamos el futuro de la robótica, ¿o sí?

Y, el broche de oro de este artículo lo pone el mismo Matsui, al decir: “Estamos diseñando un objeto artificial que pueda vivir como nosotros como un nuevo compañero. Un robot que nos recuerde la naturaleza humana que casi hemos olvidado

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