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Misofonía: La intolerancia a los sonidos cotidianos

¿Condición legítima, o señal de otro problema?

misofonía

Algunos ruidos son particularmente molestos, de eso estamos seguros. Desde uñas en una pizarra hasta alguien masticando como un animal, siempre nos toman por sorpresa y son irritantes. Sin embargo, hay gente allá afuera que sufre el impacto de esos sonidos a un nivel mucho más amplio y profundo, provocando ataques de pánico y estallidos de ira.

La expresión utilizada para describir a esta condición es misofonía o síndrome de sensibilidad selectiva al sonido, y la comunidad científica trabaja para determinar su origen… o si se trata de algo real.

Misofonía: Cuando los ruidos normales te vuelven loco

Piensa por un momento en todos los ruidos a los que te expones diariamente. Radio, televisión, perros ladrando, gente trabajando, masticando y/o bebiendo, coches, ordenadores, impresoras, móviles, motores de refrigeradores y sistemas de aire acondicionado, niños gritando… la lista parece interminable.

Tarde o temprano todos alcanzamos una etapa en la que apreciamos el silencio de forma especial, pero para algunas personas, es cuestión de paz mental, o vivir un día de locura. El hecho de «filtrar» se vuelve una tarea titánica, y no pueden hacer cosas esenciales como compartir una cena con alguien más, porque el ruido de la masticación los convierte en un mar de lágrimas… o en el Hulk.

Lógicamente, miles se han volcado a la Web para tratar de identificar a este problema, y encontraron un nombre: Misofonía, «odio al sonido».

Algo tan simple como usar un teclado puede causar una crisis emocional

Un término más profesional sería «síndrome de sensibilidad selectiva al sonido», aunque ambos hablan de lo mismo, niveles extremos de intolerancia a sonidos cotidianos. Ahora, un sonido cualquiera nos puede molestar, pero la misofonía se destaca por su intenso componente emocional.

Los ruidos hechos con la boca son detonadores casi universales: Masticar (y en especial chicle), carraspear, toser, estornudar y limpiarse la nariz forman parte del paquete. Escribir en un teclado, usar el mecanismo de un bolígrafo, golpear una superficie con ritmo o tararear tampoco caen bien.

La misofonía es relativamente nueva, y eso complica la búsqueda de un diagnóstico porque la gran mayoría de los profesionales no la conoce, o la asocia con un trastorno diferente del comportamiento (algo similar a lo que sucede con la hipersensibilidad electromagnética).

De hecho, ni siquiera la palabra misofonía es del todo correcta, porque el «odio» se concentra en un grupo de sonidos específicos.



Un estudio del año 2017 vincula a la misofonía con un notable e inusual aumento de actividad en varias regiones del cerebro, y un salto en los niveles de estrés (ritmo cardíaco acelerado, manos sudorosas, etc.).

Para aquellos que dicen sufrir de misofonía, el estudio es crítico en su búsqueda de tratamiento, pero los expertos insisten en que se necesitan evaluaciones adicionales, y entrevistas cara a cara con profesionales de la salud (después de todo, un paper no diagnostica).

Otro inconveniente es que la causa de la misofonía sigue siendo un misterio. Los paliativos más populares son auriculares que cancelan el sonido, llenar el ambiente de fuentes de audio para crear una especie de ruido blanco, ejercicios de respiración, caminatas, antidepresivos, y una actividad física más intensa… lo cual demuestra que están probando de todo.

(Del Archivo de NeoTeo, artículo publicado originalmente el 19 de marzo de 2019)


Fuente: NPR


Escrito por Lisandro Pardo

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