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Por qué Facebook nos hace miserables

Por qué Facebook nos hace miserables
Por qué Facebook nos hace miserables

Internet es una herramienta genial para la evolución de la comunicación y la colectivización del conocimiento, pero también es una vidriera de las más miserables conductas humanas. Desde las crudas y frías hasta las más nimias y cotidianas, como las que hacen que nuestra experiencia en una red social como Facebook se vuelva negativa. Con un poco de humor y exageración, pero con estudios científicos respaldándonos, en este artículo te contamos por qué Facebook nos hace miserables.

Allí, en ese tablón público de la vacuidad y narcisismo, todos los días pasa lo mismo: Comienza el día con la que sube la foto posando en el baño y esperando los Me Gusta de las docenas de tenaces e ingenuos pretendientes, luego está el que comparte fotografías de sus almuerzos, cenas y hasta tentempiés mostrando cuánto dinero de sobra tiene; lo sigue la que cree que si no comparte ese estado sobre la maldición de la banana rabiosa va a morir en un accidente de aeromodelismo; y cierra el primer turno de scrolling intermitente quien insiste en que el gobierno conspira contra la población a través de golosinas para niños. Los conoces porque están ahí, en un lugar que demandaría paciencia y empatía para funcionar de manera positiva. Pero estamos todos juntitos en el mismo sitio, conviviendo y tratando de quedar bien porque así queremos que nos vean, aunque al final terminamos siendo una bolsa de gatos que araña y ronronea al mismo tiempo y en todas las direcciones.

La insoportable levedad del ser social en Facebook
La insoportable levedad del ser social en Facebook

La ciencia lo dice: Facebook es nocivo

Recordemos que en enero del año pasado un estudio publicado por la Universidad Humboldt de Berlín confirmó que Facebook nos hace envidiosos, ya que la constante exhibición de vidas y sucesos fantásticos de toda nuestra lista de amigos nos hace sentir que nosotros no tenemos tanto para compartir y envidiamos sus gozosas vidas. En agosto, un estudio de la Universidad de Michigan nos dijo que Facebook nos deprimía, básicamente por las mismas razones. Obviamente, el estado actual de la psiquis humana que se siente todo el tiempo observada y evaluada y que además debe mostrarse sólida en todo momento para “venderse” mejor va a decir que no, que no te sientes ni envidioso ni deprimido, pero apostamos a que seguramente te sientes mal, incómodo y molesto cada vez que vez alguna de las actitudes y acciones que relatamos anteriormente. TechHive se mandó una linda infografía mostrándonos cómo Facebook nos hace miserables gracias a la reproducción constante de publicaciones que nos hacen dar cuenta de lo estúpidos que son nuestros amigos y/o conocidos, lo que implica que nosotros también lo somos (un poquito).

Pero vamos, que en Facebook no todo es tan miserable. Obviamente hay cosas que nos generan felicidad o alegría temporal. Estas pueden ser un chiste, un saludo por nuestro cumpleaños, una fotografía simpática sobre un animal o un bebé, noticias importantes, ser etiquetado por alguien que nos gusta o reencontrarnos con un viejo amigo.  El tema es que según los estudios de toda la historia de la psicología, los efectos de las cosas negativas son más duraderos y significativos, por más que queramos que no lo sean. Entonces en Facebook sufrimos con quienes nos hablan por mensaje privado intentando conquistarnos (bueno… a las mujeres sí les pasa), con quienes nos etiquetan en fotos en las que quisiéramos no estar o en esos tíos/as que recién entran al mundo de internet y nos postean fotos con frases tontas en el muro o nos hacen preguntas o comentarios incómodos públicamente.

A eso hay que sumarle el mal humor de recibir notificaciones para juegos sociales,  la vergüenza ajena de ver a un amigo/conocido/pariente compartiendo más de lo que debería o cometiendo todas las faltas ortográficas del español en una frase de 5 palabras. Luego hay muchas otras cosas que sumadas al final de nuestra sesión de Facebook nos dejarán con un sabor más amargo que dulce, pero al que volveremos más tarde o al otro día porque así son las cosas y en Facebook hay que estar.

La sobre-interpretación de lo sospechosamente sobre-interpretable

Algunos estudios sugieren que la envidia es uno de los sentimientos más vivenciados por los usuarios de la red social, y por eso cuando vemos o leemos publicaciones de algunos amigos tendemos a convertirnos involuntariamente en una especie de burdos monstruos lacanianos que sobre-interpretan psicológicamente todos los verdaderos significados ocultos de las palabras y acciones de los otros.

Por ejemplo, si alguien dice “estoy en la piscina tomando sol. Le dije a Pablito que no me sacara fotos” y adjunta una fotografía en la que sale bien favorecido, la interpretación que se hace es: “Sí, soy muy linda. Y tú no, fea”.  También está el que se va de viaje y publica fotografías de todas partes del mundo, en las que básicamente tu crees que te está mostrando lo desagraciado que eres por tener que quedarte en tu casa, en tu barrio y encima trabajando. Luego la pareja feliz que exagera cada encuentro, la señora que le regala todo a sus hijos, la que bendice porque su BMW llegó sin rasguños, el que te echa en cara lo exitosa de su carrera universitaria y todas las sobre interpretaciones que hacemos de las acciones de los otros porque meramente estamos inseguros y frustrados por las nuestras. ¡No! No intentes defender a tu inconsciente.

Por supuesto, para cuando la experiencia en Facebook se hace lo mínimamente feliz posible como para que puedas volver a utilizarlo al otro día, empiezas a visualizar esas publicaciones recurrentes y que parecieran corresponder a un tipo particular de persona y forma de comunicar algo. Entre ellas están las de las chicas que dicen: “Soy fea, me quiero morir” cuando claramente no lo son y por ello reciben 2190123 comentarios y “Me gusta” dándole lo que ellas querían recibir: atención y halagos gratuitos. Al compás de estas están quienes abusan de las selfies y publican fotos con tomas desde todos los ángulos posibles y en todas las habitaciones de la casa en donde la luz favorezca. Entre otras conductas insoportables por lo empalagosas, están las de las personas que agradecen a Dios o a quien sea porque: el día es lindo, porque el día es feo, porque llegaron temprano del trabajo, porque el perrito por fin pudo ir de cuerpo, porque las tostadas no se les quemaron y porque encontraron un ángulo ideal para la próxima selfie con cara de pato.

Otras de las publicaciones que nos ponen de mal humor y nos hacen no querer vivir más en este planeta son las de aquellas personas que escriben: “Uy, me siento mal. Estoy muy triste” y cuando alguien osa preguntarles porqué están así, éstas le responden: “prefiero no hablar de ello”.  ¿Pero para qué lo publicas, @#&$%!!!? Terrible. Nunca faltará tampoco el que hace auto-post desde Twitter, el que comparte la misma frase “genial” en cuatro redes sociales diferentes, #el #que #abusa  #de #los #hashtags, la que dice que compartas el status X porque si no Y a toda tu familia, el que cree que Facebook se va a cerrar el día X, el que dice que cambien las opciones de seguridad porque si no la red social podrá espiarte,  los que dicen Comparte por X, Comenta por Y, dale Like por Z y los que replican rumores, inventan conspiraciones y no tienen una lectura crítica de las noticias, comentarios e informaciones que comparten.

Pero…

También estamos tú y yo, que somos de lo peor. Siempre criticando a los demás y convertidos en ese molesto amigo de Facebook al que nunca le falta el tiempo para estar recordándole a los suyos lo estúpidos que son. Ese que en sus intentos vanos de no caer en el pozo de la tontera universal, vuelve a entrar a la red social una y otra vez más, encontrándose con el paisaje insustituible del que sin lugar a dudas ya forma parte. Bienvenido a tu graduación, mi miserable compañero de ruta.

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Escrito por Nico Varonas

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