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¿Por qué odias tu propia voz?

No es tan fea como tú lo crees

Bueno, tal vez eso no sea del todo cierto, pero nadie puede negar que cuando escuchamos nuestra propia voz en una grabación, independientemente del dispositivo o el software utilizado, lo primero que viene a la mente es «ese no soy yo», y tratamos de rechazar la asociación. La gran pregunta es «por qué», pero el punto es que hay más de una respuesta. Una de ellas tiene que ver con nuestro propio cuerpo, mientras que otra cae en el territorio de lo psicológico, y por qué no, de lo filosófico.

La primera vez que escuché mi propia voz grabada en una cinta (sí, cinta en «cassette», soy así de viejo) fue muy, muy extraña. Al principio estaba convencido de que había algo mal en la grabación, pero el resto de los presentes confirmó que así era mi voz. Aún hoy, cuando envío un mensaje de voz por WhatsApp, hay una especie de «barrera invisible» entre la voz que sale por el altavoz del smartphone, y la forma en la que me escuché a mí mismo cuando grabé el mensaje. Probablemente el aspecto más interesante de esto es que le pasa a la mayoría de la gente. Varios periodistas lo han admitido a través de las redes sociales, a un extremo tal vez consideran «intolerable» la manera en la que suenan sus voces grabadas. Entonces, ¿qué está pasando?

Voz
Sí, realmente nuestra voz suena así, no es culpa del micrófono…

La primera razón está en nuestras cabezas… el cráneo, para ser más precisos. En una versión muy resumida, el sonido viaja a través del aire, ingresa por nuestros canales auditivos, hace vibrar los tímpanos, sigue su camino hasta la cóclea y finalmente nuestro cerebro realiza la interpretación correspondiente. Sin embargo, cuando «nos» escuchamos, aparece un nuevo elemento en la ecuación, y es la llamada «conducción ósea». La conducción ósea transmite frecuencias más bajas, que también son registradas por la cóclea, y así llegamos a la diferencia entre nuestra voz real grabada, y la «versión modificada» que conocemos. Pero hay algo más… ¿no es cierto?

Estoy seguro de que varios filósofos volverían del más allá para arrojarme a la hoguera por tratar de simplificar esto (están advertidos, voy a dar pelea), pero hay una forma en la que «tú» te experimentas «a ti mismo». Esa «edición» de ti mismo es la que crees que compartes con el mundo, y la que esperas que el mundo vea. El rechazo a nuestra voz grabada, o a una fotografía en la que nos vemos muy diferentes (jóvenes, gordos, flacos, feos, hermosos, etc.) representa en cierto modo el quiebre de esa creencia, la obligación por ese molesto par de segundos a cambiar de perspectiva, y el descubrimiento de que las cosas no son lo que parecen, aún en nosotros mismos.

(Del Archivo de NeoTeo, 20 de Mayo de 2016 )

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Escrito por Lisandro Pardo

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