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Turbinas superconductoras en las costas australianas

Las granjas de turbinas instaladas a pocos kilómetros de la costa son muy convenientes para optimizar la generación de energía y aprovechar condiciones naturales, pero no son construcciones económicas que digamos. Aún así, en la Universidad de Wollongong planean diseñar una nueva turbina eólica con tecnología superconductora, mucho más barata que las turbinas normales, y que podría tener un lugar cerca de las costas australianas en media década.

Con el barril de petróleo navegando por debajo de los 75 dólares y las reiteradas declaraciones de que no habrá un recorte en la producción, muchos se preguntan cómo será el futuro de las tecnologías renovables a corto plazo. Múltiples fuentes indican que la energía solar logrará igualar el costo del carbón y el petróleo en menos de dos años, lo cual puede ser interpretado como buena noticia, pero no todos están interesados en subirse al tren sustentable. Una de las declaraciones más desafortunadas al respecto fue la de Tony Abbott, primer ministro australiano, quien aseguró que el carbón es bueno para la humanidad, y que Australia, cuarto productor mundial del “petróleo en polvo”, seguirá quemando combustibles fósiles para cubrir la demanda. Por suerte, hay otras personas en Australia que piensan diferente, como por ejemplo Shahriar Hossain de la Universidad de Wollongong.

 

La línea costera australiana se extiende por más de 35 mil kilómetros, y presenta condiciones muy favorables para la instalación de granjas eólicas. El gran problema detrás de cualquier proyecto similar es el costo de cada turbina, que promedia los quince millones de dólares. Hossain explica que una parte significativa de este costo es responsabilidad de la caja de transmisión, que conecta el eje principal de rotación con el generador. La caja de transmisión devora el 40 por ciento del peso y el espacio en una turbina. El nuevo diseño de Hossain, basado en una avanzada bobina superconductora de magnesio y boro, elimina por completo la necesidad de una caja de transmisión, reduciendo así la complejidad de la turbina. Los beneficios son tan pronunciados, que el precio bajaría a los cinco millones de dólares por unidad. En parte, esto también se debe a que el costo para producir un metro de bobina hecha con diboruro de magnesio en 2015 será de apenas un dólar.

La gran pregunta es: ¿Cómo van a enfriar esto? La temperatura crítica para el diboruro de magnesio es de 39 grados Kelvin, y ya sabemos muy bien que los superconductores tienen una actitud muy particular frente a la temperatura. Aún así, Hossain ha dicho que con la ayuda de la industria local, Australia podría instalar a estas turbinas frente a sus costas en apenas cinco años. Si en verdad Australia quiere reducir sus emisiones en un 80 por ciento para el año 2050, debería comenzar con esta clase de proyectos cuanto antes.

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Escrito por Lisandro Pardo

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