El «inicio» de la era digital en vídeo suele estar asociado a la explosión de popularidad que tuvo el DVD, pero la historia nos enseña que existió un formato aún mejor, especialmente en lo que se refiere a calidad de imagen. Ese formato era el D-VHS, último intento por los grandes fabricantes de revitalizar al histórico VHS, ofreciendo contenido de muy alto perfil en alta definición, e incorporando al mismo tiempo algunos elementos de otros formatos, como las protecciones anticopia.
No queda ni un solo VHS en mi hogar. Calculo que debe haber algún que otro cassette de audio perdido por allí, y nada más que eso. La relación entre el consumidor general y el almacenamiento en cinta tal vez haya llegado a su fin, pero hubo desarrollos que intentaron extenderla aún cuando los discos duros y los DVDs habían comenzado a bajar sus precios. Si hacemos un poco de memoria, el DVD fue presentado formalmente en 1995.
La idea de almacenar casi cinco gigabytes en un solo disco era impresionante, aunque a la hora de comparar densidad, la industria no tardó mucho en crear algo que desde cierto punto de vista, era superior. Lo irónico es que ese «algo» estaba basado en la tecnología que el DVD planeaba erradicar: El VHS. En el año 1998, JVC, Hitachi, Matsushita (Panasonic) y Philips se unieron para dar vida al D-VHS, que prometía películas en alta definición, con la familiaridad y la robustez del viejo VHS.
La historia del Digital Video Home System
La misión de optimizar al VHS no comenzó con el D-VHS. De hecho, es probable que algunos de nuestros lectores recuerden al S-VHS, que mejoró tanto la resolución como el ancho de banda, colocando al formato a la par de otras tecnologías como el LaserDisc y el Hi8. Sin embargo, el S-VHS seguía siendo analógico, mientras que la grabación en el D-VHS ya era digital, bajo el stream de transporte MPEG. El D-VHS contaba con dos ventajas muy importantes: La primera es que un solo cassette podía almacenar hasta 50 gigabytes de datos, que en su modo de grabación HS (High-Speed) equivalía a 240 minutos de vídeo HD bajo un bitrate de 28.2 megabits por segundo.
Estos parámetros hacían muy complicada la grabación casera en alta definición, ya que la única interfaz capaz de responder a la demanda era FireWire, y prácticamente no hubo televisores en el mercado con ese puerto. La idea de restringir la grabación y duplicación de cintas llamó la atención de muchas distribuidoras, y así fue como en 2002 el D-VHS cruzó el charco bajo el nombre D-Theater. Las cintas D-Theater con resolución 720p o 1080i sólo podían ser reproducidas en sistemas certificados, e impedían la duplicación vía FireWire gracias al protocolo DTCP. También existía la posibilidad de implementar «zonas» como en el caso de los DVDs, pero las cintas y equipos disponibles nunca fueron más allá de la «Zona 1», asignada a los Estados Unidos.
Los precios de los primeros reproductores D-VHS rozaban lo exorbitante, entre 1.500 y 2.000 dólares para ser más precisos, mientras que cada película oscilaba entre los 35 y los 45 dólares. Físicamente, un cassette D-VHS era casi idéntico a un VHS convencional, pero todas las diferencias se manifestaban en su funcionamiento. Además del gigantesco salto en calidad visual, los D-VHS tenían una especie de menú rudimentario para escoger episodios, y con el tiempo incorporaron tracks de audio Dolby Digital «y» DTS.
Se calcula que menos de cien películas fueron lanzadas bajo D-VHS / D-Theater en los Estados Unidos, siendo «I, Robot» con Will Smith la última de ellas. Al momento de comparar calidad, no son pocos los que coinciden que el 1080i del D-VHS se acerca bastante a lo que vemos en Blu-ray hoy, tal vez un poco más «brillante» de lo normal, pero nada mal para lo que en esencia son cientos de metros de cinta magnética almacenados en un cassette.
Video Kid…