Es probable que ya te hayas cruzado con alguna de estas nuevas máquinas de café que utilizan pequeñas cápsulas plásticas. La variedad es amplia, pero variedad equivale a competencia, y a los líderes del mercado no les agrada mucho la idea. Como respuesta, la gente de Keurig comercializa a su nueva “Keurig 2.0”, la cual utiliza una forma de DRM sobre sus cápsulas actuales, y quiebra la compatibilidad con las anteriores.
Sólo puedo decir que el mundo se volverá un lugar mucho más oscuro si el café llega a desaparecer. Para todos los que permanecemos largas horas frente al ordenador y los libros, desafiando el cansancio y la noche, el café es un aliado incondicional, independientemente de los problemas que genera si se lo consume en exceso. También es un gran compañero por las mañanas, y una inyección de energía que nos ayuda a enfrentar el día. Cultivarlo es un arte, y prepararlo también. En la Web encontrarás una gigantesca cantidad de técnicas y recomendaciones para beber el mejor café, y como era de esperarse, la mayoría de ellas se contradicen por completo. La tecnología ha hecho mucho para mejorar nuestra relación con el café, en especial si consideramos el factor de la conveniencia. Su última expresión llegó gracias a las máquinas de café alimentadas con pequeñas cápsulas plásticas. Abres la máquina, instalas la cápsula, cierras, presionas un par de botones, y eso es todo. Café listo en cuestión de segundos. Suena bastante bien, ¿verdad?
La respuesta es afirmativa, salvo por un detalle: Los fabricantes de las máquinas de café utilizan un modelo de negocios similar al de los cartuchos de tinta. Y si el consumidor decide que quiere beber un café en cápsula hecho por otra compañía que no sea la que creó su máquina… el consumidor pasa a ser un pirata. El término parece ser más duro de lo necesario, pero ese es el concepto que Keurig ha estado barajando. Su máquina Keurig 2.0 utiliza una nueva serie de cápsulas o “K-Cups”, y aplica un mecanismo que mantiene una equivalencia directa con el nefasto DRM. En esencia, la Keurig 2.0 lee un código impreso con tinta especial en el borde de las K-Cups, lo que le permite a la máquina “reconocer” a esas cápsulas como “compatibles”. En consecuencia, la Keurig 2.0 quiebra la compatibilidad con cápsulas Keurig destinadas a modelos previos, y rechaza de pleno las cápsulas hechas por terceros.
¿Qué fue lo que sucedió? Digamos que a Keurig le explotó el experimento en la cara. YouTube está repleto de vídeos que enseñan a los consumidores a evadir el DRM de la Keurig 2.0 (que se reduce a recortar el borde impreso y pegarlo temporalmente en la otra cápsula), y ahora la compañía enfrenta una demanda en Canadá por 600 millones de dólares. Aún si la demanda no prospera, lo cierto es que no se trata del primer conflicto legal que enfrenta Keurig por el DRM, sin olvidar que su competidor principal Nespresso la pasó bastante mal en las cortes parisinas por una situación similar. La historia, está lejos de terminar.
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