Menu
in

El polémico cuarto 641A

A raíz del ataque al World Trade Center el 11 de setiembre de 2001, el entonces presidente George W. Bush firmó una orden que permite a los servicios de inteligencia “monitorizar” llamadas y mensajes sin necesidad de una orden judicial. Mark Klein, un ex empleado de AT&T, asegura que esta empresa posee instalaciones por las que pasa el total del trafico web y llamadas telefónicas de sus clientes y de otras operadoras. Klein asegura que además del denominado “cuarto 641A” existen entre 15 y 20 salas secretas donde se espía y almacena todo lo que circula por la red. ¿Realidad o paranoia?

El 11-S cambió la forma en que el gobierno de los EE.UU. entendía las libertades y derechos de sus ciudadanos. Con la intensión de evitar ser víctimas otra vez de un atentado semejante, la administración del entonces presidente George W. Bush buscó la manera de poder meter su enorme nariz en todo lo que sus ciudadanos conversaban a través de sus lineas telefónicas, o veían en sus ordenadores conectados a internet. Obviamente, no era posible hacer algo así a gran escala si cada vez que se sospechaba de un grupo de personas había que esperar a que un juez emitiese una orden judicial autorizando a que se proceda con las escuchas, dado que estas suelen demorar días o semanas. La solución fue, simplemente, eliminar de un plumazo la necesidad de que un juez intervenga, permitiendo a los servicios de inteligencia “monitorizar” llamadas y mensajes cuando lo considerasen necesario. A pesar de ser un avasallamiento a la privacidad individual importante, muchos ciudadanos en aquellos días pensaban que el fin justificaba los medios, y buena parte de la opinión pública no pareció preocuparse de que el gobierna pudiese espiar libremente a un puñado de sospechosos. Sin embargo, esta medida pudo haber abierto la puerta a la aparición de un verdadero “Gran Hermano” que, en nombre de la  seguridad nacional, registrase todo el tráfico de internet y llamadas telefónicas que cruzan ese país. O al menos, eso es lo que asegura un testigo privilegiado de esta historia.

En 2006 Mark Klein, un empleado recientemente jubilado de la empresa AT&T, reveló que existen en los Estados Unidos unas salas secretas especialmente acondicionadas para espiar la totalidad del trafico de datos que circula por sus redes. Klein asegura que conoce de primera mano estas salas, ya que cuando era empleado de esta empresa de comunicaciones se le ordenó instalar una serie de equipos avanzados, como el Narus STA 6400, destinados a crear una copia de la totalidad del tráfico de internet. “Totalidad” significa que cada e-mail, visita a páginas web, conversación telefónica (normal o por VoIP), paquete cifrado o cualquier cosa que se te ocurra, es guardado por los equipos de estas salas para su posterior análisis. Siempre según Klein, existirían entre 15 y 20 salas de este tipo distribuidas a lo largo y ancho del territorio de los EE.UU., y registrarían los datos de todas las operadoras, no solo de AT&T. Todo lo recogido por estos aparatos sería redirigido hacia el denominado “cuarto 641A”, una habitación de 7 x 15 metros ubicada en el edificio que AT&T posee en Folsom Street 611, en San Francisco. Allí, el personal de la empresa ayudaría al gobierno en sus tareas de vigilancia electrónica.

¿Existe realmente este cuarto? Klein asegura que sí, que el montaje de todo lo que existe allí dentro fue ordenado por la propia Agencia de Seguridad Nacional (NSA, o National Security Agency), y que incluso un agente de esta agencia entrevistó a los técnicos de AT&T para encargarles este trabajo especial. Obviamente, se trata de un tema demasiado delicado como para quedarse solamente con la versión que sostiene este jubilado. La “respuesta oficial”, emitida por la administración Bush cuando se desató este escándalo en 2006, consistió simplemente en otorgar una “inmunidad legal retroactiva” a las empresas de telecomunicaciones. ¿Llamativo, verdad? Por su parte, Wired publicó en ese momento un método simple para saber si el tráfico de algún usuario pasaba o no por alguna de las salas secretas de la NSA. Bastaba con teclear “tracert” en una sesión de DOS (o “traceroute” en una consola Unix) seguido del nombre del sitio web (o dirección IP, número de VoIP, servidor de e-mail o lo que se quisiese analizar) y buscar en los resultados la cadena “sffca.ip.att.net”. Su existencia significaba que la petición estaba siendo dirigida a través del cuarto 641A.

Pero como si no fuese suficientemente delicado que el gobierno de un país alegremente espiase las telecomunicaciones, sin hacer distinción entre el tráfico domestico y el extranjero, o entre sospechosos y no sospechosos, los expertos del Instituto de Ingenieros Eléctricos y Electrónicos (IEEE , Institute of Electrical and Electronics Engineers) realizaron un análisis profundo de la arquitectura del sistema y determinaron que “existían riesgos importantes de seguridad, y era factible que un tercero sin autorización pudiese utilizar este sistema de procesamiento de datos para instalar sus propias funciones de espionaje.”  Esto significaría que todo lo que se almacena en el Cuarto 641A podría ser visto por cualquier “hacker” que lograse acceder a él, obteniendo información de cualquier ciudadano gracias al trabajo previo realizado por el estado. Lejos de ser una posibilidad remota, situaciones como estas ya han tenido lugar antes. Accidentalmente se descubrió que durante 2004 y 2005, equipos similares instalados en Grecia fueron alterados por desconocidos para recopilar información de más de 100 autoridades de ese país sin que siquiera quedasen registros de que habían ocurrido.

Al igual que el sistema Echelon, que tuvo sus cinco minutos de fama hace algunos años, el cuarto 641A supone un grave perjuicio para las libertades individuales. Como dijo Benjamin Franklin hace unos 250 años, “aquellos que renuncian a libertades esenciales para obtener un poco de seguridad momentánea, no se merecen ni la libertad ni la seguridad". Es posible que nunca sepamos si realmente algo como el cuarto 641A existe realmente. Pero hay muchos indicios de que sistemas parecidos se han instalado en distintos lugares. ¿Serán efectivos para evitar ataques terroristas como el del 11-S u 11-M? Difícilmente. Cuesta imaginar una organización clandestina que alegremente se mande mensajes por internet para organizar un ataque, o que use el teléfono para encargar explosivos. Pero mientras tanto, el resto de los ciudadanos es espiado impunemente. Extraño, ¿verdad?

Escrito por Ariel Palazzesi

Leave a Reply