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Technoviking: Cuando los memes atacan

Recorren la Web a una velocidad escalofriante, son editados, modificados y transformados de modo inimaginable. En muchos casos son bien recibidos, y en otros, incluso se convierten en una ventaja económica. Sin embargo, los memes también tienen su lado oscuro. Además del acoso digital y la explotación, surge el derecho a la privacidad, y el deseo de defenderlo en un entorno legal. Uno de los casos más resonantes es el del famoso Technoviking, cuyo vídeo fue filmado originalmente en julio del año 2000 por el artista Matthias Fritsch. Tras cinco meses de actividad en la corte, la batalla legal del Technoviking ha terminado, pero el resultado final nos hace pensar en algo similar a una victoria pírrica.

La fecha era el 8 de julio del año 2000. El lugar, Berlín. La ocasión, el festival Fuckparade. Fue allí en donde el artista Matthias Fritsch grabó un vídeo que comienza con una mujer de cabello celeste bailando al ritmo de la música. De la nada, aparece un sujeto que intenta tocarla (o robarle), pero es interceptado por quien se convertiría eventualmente en el Technoviking. El nombre es más que adecuado, ya que el sujeto parece sacado de un cuento de Robert E. Howard. Su advertencia con el dedo, su pose, y su posterior danza transformarían al Technoviking en un fenómeno viral siete años después a través de YouTube (donde fue cargado en 2006).

Su figura recorrió el planeta, y terminó en lugares tan extraños como botellas de agua y tarjetas de negocios. Los problemas para Fritsch se manifestaron en 2009, después de que comenzara a recibir pagos de YouTube por la enorme cantidad de reproducciones que generó el vídeo. Los abogados que representan al Techoviking enviaron un “cese y desista”, lo que llevó al bloqueo del vídeo original, y a la interrupción de los pagos provenientes de YouTube.

La historia podría haber finalizado allí, pero lo cierto es que se extendería cuatro años más. Aquel “cese y desista” se convirtió en una demanda formal en enero de 2013, por violación de derechos de imagen. Desde el punto de vista del demandante, el Technoviking fue una creación del propio Fritsch para obtener un beneficio comercial, sin haber tenido ninguna clase de autorización. La demanda también tenía como objetivo hacer responsable a Fritsch de obras derivadas, y en el peor de los casos, Fritsch hubiese enfrentado una pena de seis meses de cárcel, además de una multa de 250 mil euros. En febrero se trató de llegar a un acuerdo, pero el Technoviking rechazó cualquier negociación, y siguió adelante.

El pasado 11 de junio, la corte llegó a un veredicto, que está dividido en varios puntos: Fritsch no podrá reproducir vídeo ni enseñar imágenes en público que muestren al Technoviking de una forma reconocible. Realizar un pixelado del rostro del Technoviking no es un atajo válido para la corte. Al mismo tiempo, Fritsch deberá hacerse cargo del 56 por ciento de los costos asociados al juicio, mientras que el resto será responsabilidad del demandante. También tendrá que pagar los ocho mil euros que obtuvo del vídeo original en YouTube, y los 1.500 euros por el primer abogado que tuvo el Technoviking en 2009. Finalmente, la corte rechazó el pedido del demandante de 10 mil euros adicionales en concepto de daños.

En total, la aventura del Technoviking le ha costado a Fritsch más de quince mil euros, con lo que podría vivir por dos años. Dicho de otro modo, está en bancarrota. Ahora, Fritsch busca el apoyo de la comunidad a través del crowdfunding, para desarrollar un documental sobre el Technoviking. Lo más ridículo de todo esto es que el veredicto no logra nada, más allá de que haya dinero cambiando de manos. El meme del Technoviking seguirá flotando en la Web sin ninguna consecuencia legal más allá de Fritsch. Y para rematar… la respuesta es no. Todavía no se sabe quién es el Technoviking, y nunca se presentó frente a la corte, dejando todo en manos de sus abogados.

Escrito por Lisandro Pardo

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