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Más desorden, más creatividad

A la hora de trabajar o estudiar, el lugar donde lo hagamos tiene una importancia significativa en el tipo de pensamientos y acciones que generaremos. Según un estudio de la Universidad de Minnesota, publicado en 2013, más desorden significa más creatividad, pues hay un menor apego a la rectitud y disciplina que inspiran los entornos ordenados.

Siempre bajo la mirada conservadora de prehistóricas cosmovisiones, el desorden en los dormitorios, hogares y lugares de trabajo es visto como algo impropio y producto de los malos hábitos del “humano que no fue correctamente educado”. La afirmación moral no podría ser más subjetiva, ya que la forma de organizarse no tiene ninguna teoría definitiva y mucho menos una práctica recurrente que haya sido comprobada como la más efectiva para la mayor cantidad de personas.

A algunas personas el orden las caracteriza y en base a esa prolijidad espacial ellos pueden lograr sus objetivos y hay otras que logran lo mismo o más siendo totalmente desordenadas en los diferentes hábitats en los que se encuentren. De hecho, según un estudio de la Universidad de Minnesota, en los Estados Unidos y publicado en la revista científica Psychological Science, en 2013, el desorden tiene virtudes muy importantes, como la de potenciar la creatividad.

El estudio está basado en tres experimentos sobre los modos de trabajo y organización espacial de estudiantes universitarios. En el primero, un primer grupo de estudiantes completó un cuestionario en una sala muy desordenada. El segundo grupo lo hizo en una sala muy ordenada. A los diez minutos de haber terminado el cuestionario, a los dos grupos se les ofreció una manzana o una barra de chocolate. A su vez, también se les dio la oportunidad de donar a caridad, si así lo deseaban. Como es fácil de suponer por lo que la coerción implícita de los entornos a los que estamos sujetos, los participantes de la sala ordenada eran dos veces más propensos a escoger la manzana y además donaron más dinero que los de la sala desordenada. Luego de este primer experimento, los autores del estudio dan con una no muy novedosa hipótesis: los espacios ordenados inspiran disciplina y rectitud ética.

Para el segundo experimento, los estudiantes fueron llevados a dos salas, una desordenada y otra inmaculada, y se les pidió que elaborasen nuevos usos para unas pelotas de ping  pong. Oh, sorpresa, los estudiantes que trabajaron en la sala más descuidada consiguieron los usos más creativos según los jueces que los evaluaron. La conclusión parcial fue que el orden y la formalidad también son virtudes rígidas, mientras que cierto desapego al “camino correcto a seguir” son fundamentales para desarrollar con mayor creatividad.

El tercer experimento invitaba a que los dos grupos de estudiantes eligieran componentes adicionales para su dieta, y quienes habían trabajado en entornos ordenados elegían al “clásico” en vez de al “nuevo”. El estudio sugiere que la homogenización es común y propia de la búsqueda de identificación y sensación de seguridad, pero que así como trabajar en un entorno ordenado produce una mayor aceptación de lo “dado” y hacerlo en un escritorio desordenado incita a la creatividad, la eficiencia se encuentra en una combinación subjetiva de ambos espacios. Es decir, el clásico y a la vez innovador desorden controlado.

Escrito por Nico Varonas

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