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Thinking Cap: Sombrero para pensar

¿Quién no sueña con ser un genio? Bueno, ahora, con el sombrero para pensar podrás ser ese brillante escritor que soñabas ser (y que yo nunca pude). O aquel artista inigualable que aspirabas ser de joven. Thinknig Cap aumentará tus habilidades, memoria y creatividad a grados inimaginables. O eso dicen. Lo mismo que MetaMind, pero en forma de sombrero/casco.

Parece ser que en Australia (Sydney para ser más precisos), unos científicos están trabajando en lo que sería el primer sombrero que estimula el cerebro. ¿Cómo lo hace? Enviando ondas electromagnéticas que producen ráfagas de creatividad. Sí, has leído bien: ráfagas de creatividad.

Este sombrero se utiliza como una red de cabello y contiene un imán con forma de ocho conectado a una fuente de electricidad. El imán está dispuesto cerca de la oreja izquierda, por lo que su efecto es producido en el lado izquierdo del cerebro. El más lógico y analítico de ambos lados.

La inspiración principal para este invento fueron aquellas personas que sufren de síndrome del sabio (o Savant Syndrome). Estas personas son afectadas por discapacidades físicas, mentales o motrices y a la vez demuestran una habilidad mental propia de personas superdotadas. Este sombrero sería capaz de desbloquear temporalmente esas habilidades en cualquier persona.

Obviamente nadie saldría con esta noticia si no hubiese fundamentos en los que basarse. Según dicen, algunos voluntarios fueron capaces de dibujar figuras de animales y rostros más naturales luego de usar el sombrero por cinco minutos. Otros, reconocieron errores en manuscritos que antes no habían notado. Por último, se dice que algunos fueron capaces de acertar un número estimado de puntos mostrados en una pantalla.

Los creadores creen que las ondas electromagnéticas desbloquean potencial oculto de la mente humana por unos instantes. Entonces, ¿para qué desperdiciar nuestros años de vida en estudiar, si en un futuro cercano todos podremos ser brillantes con este sombrero? (brillantes, sí, pero también ridículos).

Escrito por Tomás Garcia

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