En nuestra cultura occidental subyace un miedo atávico al vacío. Todo hueco espacial o temporal es algo ante lo que sentimos el deseo irrefrenable de llenarlo. Pero la lógica fractal nos indica que ocupar estos espacios es imposible, y solo puede llevarnos a la destrucción. ¡Si quieres saber cómo sigue esta distopía, lee esta nota!
Pablo Fernández Christlieb, del Departamento de Psicología Social de la UNAM, es un especialista en la afectividad social. En uno de sus libros, La Afectividad Colectiva, desarrolla una clara advertencia de hacia dónde vamos si insistimos en tapar todos los huecos del espacio y del tiempo. Compartamos un extracto:
“Hay un miedo a la existencia de los huecos, y cada hueco se antoja un nicho en el que hay que ponerle algo, no importa qué, pero que lo llene (…) Es este pavor al hueco lo que hizo encerrarse con murallas a las ciudades medievales, y el que hace avanzar la historia hasta el siglo veinte, donde apenas se ve un huequito, se coloca un florero: la historia de occidente es la fabricación de cosas para llenar huecos. Lo curioso y paradójico es que cada objeto que se coloca en un hueco, crea dos huecos más que requieren dos objetitos más y así fractalmente.”
En efecto, si empezamos con una pared vacía:
Hay quienes no resisten el espacio libre y le cuelgan un cuadrito. ¿Pero que sucede? Inmediatamente nos encontramos que ahora los espacios vacíos son dos:
Por lo que surge el deseo irrefrenable de volver a llenarlos, y la implacable lógica fractal nos devuelve nuevos espacios vacíos. ¡Y ya sabemos de lo que es capaz la progresión geométrica!
Así que este proceso puede seguir ad infinitum, en todo caso utilizando cuadros cada vez más pequeños. ¿Hasta dónde nos lleva esto? Volvamos a Christlieb: “(…) se produce la saturación, que es, como toda saturación, una nueva uniformización y planicie del espacio, es decir, otra vez una oquedad, una nueva forma del hueco, esta vez hecho de cosas, que desboca la angustia, y esta vez más difícil de llenar. El abismo de nuevo. Ciertamente, si a una superficie blanca se la empieza a llenar de colores, se atiborra hasta que queda negra, lo cual es otra vez una superficie vacía que se puede volver a llenar de colores…”.
Si se coloca la suficiente cantidad de porquerías sobre la pared, tenderemos a generar otra vez la uniformidad:
Así que ya está lista para volver a ponerle una nueva capa de cuadritos:
De la misma manera, todos los sentidos pueden percibir el vacío innombrable: “la vista requiere de recuadros en la pantalla de la televisión para ver también los canales adyacentes; el oído es un insoportable foso de silencio al que hay que ponerle música ambiental, conversación ambiental (…) Y hasta el tiempo -o sobre todo- se llena con “pasatiempos”, con cualquier actividad, como ver la televisión, hablar por teléfono o salir a comprar alguna cosita que falta. La cavidad del conocimiento se rellena con información, que gracias a los avances en el ramo, presenta la ventaja de que puede ser sustituída cada treinta minutos…”.
La cita es de fines del siglo XX, así que hoy día tranquilamente podemos sustituir minutos por segundos. Cierra Christlieb: “El espacio y el tiempo se han llenado por completo, repletado. Pero el agujero crece, con la angustia añadida de que ya no le cabe un objeto más para taparlo…”.
¿Y tú, qué tan “llenador de espacios” eres?
¡Hasta el próximo To bit!
(Y pensar que hablando de este tema conquisté a una señorita)
