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10 cosas que no sabías sobre animales

Los animales, nuestros compañeros de viaje a bordo del planeta Tierra, tienen características y costumbres (a veces desconocidas) que son realmente sorprendentes. Pasa y conoce las diez cosas más extrañas, que seguramente no sabías sobre los animales. Cocodrilos que comen piedras, leche de ballena, ratas africanas ciegas, peces que cambian de sexo y mucho más.

Cocodrilos que comen piedras
¿Alguna vez te preguntaste cómo hacen los cocodrilos para permaneces sumergidos todo el día, esperando que ese rico búfalo se arrime a tomar agua? Estos temibles predadores pasan gran parte de su vida con el cuerpo debajo de la superficie de lagunas y ríos gracias a las piedras que tragan. Efectivamente, los cocodrilos engullen piedras, conocidas como gastrolitos, que además de actuar como lastre le ayudan a machacar los huesos de sus presas. El estómago de los cocodrilos está dividido en dos compartimientos. El primero de ellos es grande y está dotado de fuertes músculos, y es donde se alojan los gastrolitos. El sistema digestivo del segundo estómago es más ácido que el de cualquier otro animal, y puede digerir los huesos, plumas y cuernos previamente triturados en el primer estomago.

Leche de ballena
La ballena posee una de las lechas más ricas de todo el reino animal. Las ballenas engendran un ballenato cada tres años que, al nacer, pesan entre 2 y 3 toneladas. No es fácil alimentar un animal de ese peso, que además crece hasta 3.5 centímetros y aumenta unos 50 kilogramos de peso por día. Para lograr crear semejante cantidad de “carne de ballenato” por día, la leche materna posee casi 10 veces más grasa que la leche de la vaca, y las crías toman, en promedio, 100 litros de leche por día. Tan nutritiva es la leche de ballena, que al año de haber nacido los ballenatos pueden tener la mitad del tamaño de la madre.

El GPS de las palomas
Todos los organismos terrestres se han desarrollado y evolucionado “sumergidos” en presencia de un campo magnético. El poder detectar y utilizar este campo para orientarse es -sin dudas- una gran ventaja evolutiva. Las palomas son los animales que mejor uso hacen de esta “tecnología” para orientarse, sobre todo en sus largos viajes migratorios. En un experimento clásico, efectuado a fines de los 70, Keeton fijó pequeños imanes en la parte trasera de la cabeza de un grupo de palomas y comparó su habilidad para volver al palomar con las de un grupo de control que  llevaba barras de cobre. En días nublados que no se veía el Sol, la orientación de las palomas que llevaban imanes era prácticamente nula, mientras que las del grupo de control regresaban al palomar sin problemas. Experimentos posteriores, utilizando bobinas de Helmhotz, demostraron que la dirección del vuelo depende de la orientación del campo magnético generado por las bobinas, y que las tormentas magnéticas afectaban su capacidad de orientación.

Los largos días del castor
Los castores, esos simpáticos roedores de cola plana que se “entretienen” creando diques de ramas y troncos en cualquier río que tengan a mano, modifican su ciclo circadiano para adaptarse a las frías temperaturas del invierno. En efecto, para estos animalitos los días se alargan en invierno, cuando pasan el tiempo viviendo de la comida que han acumulado entre los troncos o de los depósitos de grasa que poseen en sus peculiares colas. Los castores conservan la energía evitando el frío del exterior, permaneciendo -relativamente- calientes en sitios oscuros dentro de su montón de madera y barro. Como normalmente salen al atardecer y vuelven al amanecer, no pueden utilizar la luz natural para ajustar su ciclo de sueño. El reloj biológico de los castores cambia y desarrollan un ritmo circadiano con días de hasta 29 horas de duración.

Ratas africanas ciegas
Existen aproximadamente 2.280 especies de roedores diferentes. La rata topo ciega africana vive en galerías subterráneas donde la luz y el oxígeno escasean. A pesar de estas condiciones extremas, el roedor puede llevar una vida totalmente normal y activa debido a las particulares adaptaciones de su cuerpo, que se ha adaptado a un estilo de vida subterráneo, redondeado y cilíndrico, patas cortas, ojos atrofiados, y unas manos excavadoras bien desarrolladas. Los ojos vestigiales de estos roedores son más sensibles a las corrientes de aire que a la luz.

El altruismo de los pollitos
Es un error pensar que la evolución produce animales egoístas preocupados sólo por su propia supervivencia. Los polluelos de algunas aves emiten un sonido diferente mientras se están alimentando, para que la madre sepa que ya está “atendido” y pueda darles una ración de sabrosos gusanos a sus hermanos. Este sonido también avisa de la llegada de comida a los pollos próximos, quienes son probablemente parientes cercanos del que está gritando, por lo que efectivamente favorece a la supervivencia de sus propios genes. En lugar de practicar la máxima de “la supervivencia del más apto”, este comportamiento ayuda a la preservación de la mayor cantidad posible del material genético de la camada.

Peces que cambian de sexo
Muchas especies de peces tienen la capacidad de cambiar de sexo para asegurar la supervivencia de la especie. En realidad, este comportamiento, que a menudo se da en especies costeras tropicales, es posible gracias a que son flexibles en cuanto a su determinación sexual. Estos peces no son gonocorísticas (sexos separados) sino hermafroditas. A pesar de que algunos pocos poseen el llamado “hermafroditismo simultáneo” donde una pareja apareándose pueden alternarse como machos o como hembras durante el proceso (seguro que algunos humanos le parecería algo bastante entretenido, ¿verdad?), lo cierto es que la mayoría presentan un hermafroditismo secuencial en el que, durante su proceso de crecimiento, llegan a un punto en que cambian de sexo. Un grupo muy conocido de peces que son machos en la primera etapa de su vida y luego cambian a hembras son los róbalos (Centropomidae).

El sistema circulatorio de las jirafas
La majestuosa jirafa, cuya cabeza se sitúa casi a 5 metros por encima de sus pequeños pies, gracias a su largo cuello especialmente adaptado para competir por el follaje con otros rumiantes, posee un sistema circulatorio bastante peculiar. A pesar de las obvias ventajas que le proporciona su altura a la hora de alimentarse, su corazón tiene que bombear sangre con dos veces más presión que el de -por ejemplo- una vaca. También dispone de un complejo sistema de vasos sanguíneos que aseguran que la sangre no fluya sin control al cerebro cuando se inclina para comer algo a nivel del piso. Para completar su extraña adaptación, la piel de las patas de estos mamíferos es muy tirante, evitando que la sangre se estanque en las pezuñas. Ser alto no esta fácil, después de todo.

Los elefantes pueden olvidar
Los elefantes tienen un cerebro que, en promedio, pesa unos cinco kilogramos. Esto es bastante más que cualquier otro mamífero que ha pasado alguna vez por la Tierra. Pero esto no significa que su capacidad  de recordar -o su inteligencia- sea tan impresionante como se afirma. Es difícil medir la  inteligencia de los animales, pero puede obtenerse un “coeficiente de encefalización” (EQ) que relaciona el  tamaño del cerebro con la masa de su cuerpo. Este índice está muy relacionado con la habilidad para superar nuevos desafíos y obstáculos. La media de EQ de los elefantes es 1.88, y el de un humano entre 7.33 y 7.69. Los chimpancés poseen un EQ de 2.45,  y los cerdos 0.27. Esto demuestra que la memoria de los elefantes no se compara con la de los humanos, aunque es bastante mejor que la de un cerdo.

Robots que hablarán como loros
Muchos consideramos a los loros como verdaderas grabadoras de voz con plumas. Pero estudios realizados a lo largo de los últimos 30 años demuestran que estas aves son capaces de mucho más que simplemente imitar lo que escuchan. Parece que estos emplumados animales pueden incluso resolver ciertas tareas de procesamiento lingüístico con un nivel similar al de un niño de entre 4 y 6 años. Los loros pueden comprender conceptos como “igual” y “diferente”, “más grande” y “más pequeño”, “ninguno” y “muchos”, entre otros. Pero quizás lo más interesante sea que pueden combinar palabras para formar frases nuevas. Un estudio del 2007 sugiere que deberíamos utilizar los patrones del aprendizaje del habla de los loros para desarrollar el habla artificial en los robots. Es difícil no imaginar a Terminator pidiendo “la papa”.

Escrito por Ariel Palazzesi

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