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Amplificadores valvulares, ¿valen lo que pesan?

En los últimos años ha renacido el interés por los amplificadores a válvulas. Los amantes de la “alta fidelidad”  han comenzado a gastar fortunas en estos cacharros, casi siempre alentados por la idea de que “las válvulas suenan mejor”. Sin embargo, casi todas las pruebas científicas demuestran que los modernos equipos transistorizados, en realidad, tienen mayor fidelidad. Si esto es así, ¿por qué la gente sigue derrochando su dinero en los amplificadores valvulares?

Durante siglos hemos confiado ciegamente en que cada nuevo producto manufacturado utilizando los últimos adelantos tecnológicos es mejor que sus predecesores. Una herramienta de silex era superior a una de madera o hueso, un ordenador electromecánico era mejor que una calculadora mecánica, y un coche equipado con un motor a explosión era mejor que uno impulsado por un motor a vapor. Sin embargo, a veces se producen aparentes excepciones a esta regla, dando lugar a mitos (y negocios) más que curiosos.

El caso de los amplificadores de alta fidelidad puede encuadrarse dentro de esta corta lista de excepciones. No son pocos los aficionados al sonido de alta fidelidad que -confiando en el canto de las sirenas de la publicidad de los fabricantes- se gastan una pequeña fortuna en la compra de un equipo amplificador de audio basado en válvulas. Muchas veces, estos cuestan decenas de veces más caros que sus equivalentes construidos con transistores, y no es difícil creer que semejante costo guarda una relación directa con su calidad. Pero, ¿esto es realmente así?

Antes de seguir, repasemos un poco la tecnología de la que estamos hablando. Las válvulas termoionicas constituyen uno de los primeros dispositivos electrónicos “activos” de los que dispuso la humanidad, y sirvieron durante décadas para el desarrollo de equipos de control, de audio, automatismo e incluso, ordenadores. Una de las características más llamativas del funcionamiento de una válvula es su temperatura. Dado que solo es capaz de hacer su “magia” cuando los electrones “vuelan” de uno de sus electrodos a otro (cátodo hacia ánodo), se necesita de un filamento que eleve  la temperatura del cátodo y facilite la emisión termoionica. Prácticamente todas funcionan a temperaturas superiores a los 100 ºC, y una buena cantidad de ellas llegan hasta los 250ºC o incluso un poco más. Ese filamento, no muy diferente al que poseen las lámparas eléctricas incandescentes, es el responsable de que veamos a las válvulas  iluminadas débilmente cuando están funcionando.

Existen al menos cuatro tipos de válvulas que se utilizan normalmente en los amplificadores de audio. Según el número de componentes internos que las componen, sin contar el siempre presente filamento, tenemos las tipo “diodo” (dos componentes), los triodos (tres), tetrodos (cuatro) y pentodos (con cinco componentes). Sin importar el tipo de válvula que sea, posee un ánodo y un cátodo  -que rodea el filamento- del que se desprenden los electrones. En el caso de las que poseen más elementos, estos se conocen como “grillas” (grid) y su función dentro del “canal conductor de electrones” es controlar a voluntad esta emisión cátodo-ánodo de acuerdo al diseño del circuito.  Aquí se incorpora el concepto de la “amplificación”: mediante una pequeña señal de control en una grilla que se interpone en el camino electrónico, podemos obtener grandes variaciones de corriente a la salida (en el ánodo, material receptor de los electrones).

Por otro lado, si el filamento se rompe, la mayoría de las válvulas dejan de funcionar, ya que  dejan de fluir los electrones a través del vacío que existe en el interior de la ampolla de vidrio. Para que todo esto ocurra, se necesitan tensiones de trabajo comprendidas entre los 300 y 600 voltios en el ánodo de la válvula, aunque existen modelos que trabajan con tensiones comprendidas entre 40 y 80 Volts. El tamaño de las válvulas y la forma que tienen hacen que los equipos que las emplean sean pesados, carezcan de una placa de circuito impreso y que deban ser ensamblados por un técnico en lugar de un robot. Todo esto nos da una pista para determinar el motivo del alto costo de los amplificadores valvulares.

Mientras que un moderno amplificador transitorizado puede funcionar con una simple (y barata) fuente de alimentación del tipo “switching, los modelos basados en válvulas suelen requerir de dos o tres pesados transformadores para funcionar. El bastidor que sostiene todo eso debe ser robusto,  lo que agrega aún más peso al equipo. Para tener una idea de lo que hablamos, un McIntosh MC275, del año 196X, cuesta en e-Bay unos 5.000 dólares (aproximadamente 4000 euros) y pesa 30 kilogramos y medio. El precio tan elevado de estos amplificadores se debe en buena medida a la cantidad de “materia prima” necesaria para su construcción, y a la mano de obra especializada que se requiere para el montaje “punto a punto” (cableado a mano) de estos cacharros. Pero, ¿que pasa con la calidad del sonido? Los defensores de los equipos valvulares sostienen que el sonido de estos amplificadores es más “cálido” que el de los equivalentes basados en transistores. Y en realidad, tienen razón: los transistores son mucho más lineales (fieles) que las válvulas. Estas presentan “alinealidades” (imperfecciones, en realidad) que hacen del sonido final algo más “humano” que la perfecta amplificación de los transistores. Siendo estrictos, la relación señal/ruido, distorsión armónica total y respuesta en frecuencia de un transistor es mejor que el de una válvula de vacío. Esto, que en realidad es algo deseable desde el punto de vista de la “fidelidad”, puede ser visto por muchos como un factor negativo. Sin embargo, los modernos equipos transistorizados pueden ser “ecualizados” para imitar el comportamiento de las válvulas.

Otro tema importante es que los equipos valvulares padecen de un defecto llamado “microfonía”. ¿Qué es esto? Simplemente, que las válvulas pueden captar ruidos y vibraciones provenientes del ambiente. Si enciendes un amplificador valvular y golpeas suavemente las lámparas de la etapa de preamplificación, es muy posible que el sonido de salida refleje esos golpes. Esto no pasa en los equipos basados en semiconductores. Además, las válvulas “se gastan” con el uso, y son caras. Si el amplificador es del tipo “push-pull” (uno de los más comunes), el reparador -si quiere hacer un buen trabajo- debe tener la precaución de adquirir “lámparas apareadas”, es decir, dos que sean “exactamente iguales” (muchas veces provenientes del mismo lote de fabricación) . Las fábricas prueban cientos de ejemplares hasta encontrar dos idénticos, proceso que -obviamente- produce un notable aumento del precio final.

Ahora ya sabes porque estas cosas cuestan tanto dinero. ¿Suenan mejor? Es un tema muy discutible, similar a decir si un objeto es bello o feo: depende mucho de quién lo observe. Desde el punto de vista estrictamente técnico, los semiconductores son superiores a las válvulas. Por supuesto, nada de lo expuesto desalentará a un audiofilo de comprar un amplificador valvular, cuyo precio parece depender más de todo lo expuesto de que de su fidelidad. Y tu, ¿qué harías?

Escrito por Ariel Palazzesi

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