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Esculturas en el mundo de los micrones

No es la primera vez que escuchamos hablar sobre obras de arte bajo el microscopio. Siempre hay algún científico con un poco de tiempo extra en sus manos, el cual aprovecha para explorar una faceta diferente de su creatividad, pero esta vez, nos cruzamos con el trabajo del artista londinense Jonty Hurwitz, quien ha colocado a sus esculturas sobre cabellos y ojos de agujas. (Ligero NSFW).

¿Qué tienen en común un artista experto en esculturas y un microscopio electrónico? A simple vista, nada. Pero si encendemos el microscopio, la historia cambia por completo. Una cosa es dejar un dibujo sobre el PCB o grabar un patrón curioso en el silicio de un chip, y otra es crear una escultura tridimensional a una escala de unos pocos micrones, con un nivel de detalle escalofriante. El proceso es tan complejo, y tiene una historia tan amplia detrás, que el artista Jonty Hurwitz necesita un vídeo de 25 minutos para explicarlo. Antes de entrar en el aspecto tecnológico, el primer paso fue encontrar un lugar adecuado para convertir a sus musas en figuras 3D, y eso lo llevó a un depósito transformado en laboratorio fotográfico, con un sistema de 250 cámaras Nikon (o eso es lo que Hurwitz calcula).

 

La clave para dar forma a estas esculturas reside en la absorción de fotones. Las figuras fueron creadas con nueva tecnología de impresión 3D, y una técnica especial llamada Litografía Multifotónica. En términos sencillos, si se ilumina a un polímero sensible con luz ultravioleta se endurece, algo similar a lo que usan los odontólogos para reparar piezas dentales. La diferencia es que aquí se transmite y enfoca luz a través del microscopio, provocando que el polímero absorba dos fotones. Esa absorción se lleva a cabo solamente en el punto focal, lo que permite controlar con precisión el endurecimiento del material. Al mover la pieza con asistencia de un ordenador, la escultura gana apariencia una capa a la vez, en cuestión de horas.

La escala de las esculturas equivale al crecimiento que experimentan nuestras uñas en cinco o seis horas, lo cual nos recuerda algo que carga con cierta tristeza: Las obras no sobrevivieron. Al parecer, hubo problemas en el manejo de las piezas, y también debemos reconocer que con ese tamaño, cualquier esfuerzo convencional de preservación resulta inadecuado. Por suerte, Hurwitz ha documentado y eternizado sus obras con la asistencia de la digitalización, y tal vez logre inspirar a otros para que desarrollen otras obras en miniatura.

Escrito por Lisandro Pardo

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