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Misora: biplano supersónico conceptual

Los primeros aviones construidos por el hombre tenían más de par de alas. Para aumentar la superficie de sustentación, se utilizaban dos, tres o incluso más grupos de alas superpuestas. Con el tiempo, los biplanos y triplanos desaparecieron prácticamente del cielo pero ahora, la NASA junto a los investigadores de la Universidad de Tohoku (Japón) han vuelto a las fuentes, diseñando un biplano supersónico que además es capaz de alcanzar esa velocidad sin generar los típicas (y molestas) explosiones sónicas. ¿Volveremos a utilizar biplanos?

El hombre consiguió volar a bordo de una máquina más pesada que el aire gracias a un avión bastante diferente a los que acostumbramos a ver hoy día. Los hermanos Wright, Orville y Wilbur, utilizaron un diseño conocido como “biplano”, en el que un par de alas se superponen a otras dos. Esto permite duplicar la superficie de sustentación, proporcionando al avión un mayor empuje hacia arriba. Con el tiempo, el desarrollo de la tecnología nos permitió conseguir ese empuje (y mucho más) mejorando la forma y perfiles de las alas, sin necesidad de utilizar este tipo de diseño. Los biplanos (e incluso triplanos, como los empleados en la primera mitad del siglo pasado) se convirtieron en máquinas raras, construidas básicamente para los espectáculos aéreos o por los aficionados que quieren revivir viejas épocas. Sin embargo, es posible que en el futuro el cielo vuelva poblarse con máquinas voladoras de esta clase, aunque mucho más avanzadas.

Los investigadores de la japonesa Universidad de Tohoku, junto a sus colegas de la NASA estadounidense, han diseñado un avión biplano que ofrece varias ventajas sobre las aeronaves convencionales y, sobre todo, capaces de volar a una velocidad mayor a la del sonido sin producir esa molesta explosión sónica que tiene lugar cuando se rompe la barrera del sonido. La velocidad del sonido varía dependiendo del medio a través del cual viajen las ondas sonoras, siendo en el aire seco de unos 1234 kilómetros por hora. Cuando un avión alcanza esa velocidad, comienzan a aparecer problemas de compresibilidad, lo suficientemente importantes como para que durante bastante tiempo se lo considerase un límite físico capaz de impedir que objetos de gran tamaño se desplazasen a velocidades supersónicas. Cuando un avión se acerca a la velocidad del sonido, la forma en que el aire fluye alrededor de su superficie cambia y se convierte en un fluido compresible, dando lugar a una resistencia mayor. Al ser superada, esa barrara “estalla” dando lugar a una explosión sónica que puede ser muy molesta al oído humano.

Los científicos llegaron a este diseño, al que han denominado “Misora” (que en japones significa “cielo”) luego de realizar innumerables pruebas. Parece que las dos superficies alares presentes en este diseño generan un flujo de aire muy diferente al que acostumbramos a ver sobre un avión convencional, lo que les permite alcanzar velocidades de hasta Mach 5 sin que se produzca el molesto estallido sónico. Un avión de pasajeros que fuese construido siguiendo las formas presentes en Misora podría alcanzar fácilmente los 6 o 7 mil kilómetros por hora, permitiéndonos cruzar el Atlántico en unas dos horas. Y al minimizar la interacción entre la atmósfera y el vehículo, el consumo de combustible disminuiría drásticamente, consiguiendo esas altas velocidades con menos del 50% de lo que necesita un aeroplano convencional para volar. Si sus creadores consiguen convences a los responsables de las empresas que construyen los aviones de pasajeros de las ventajas que presenta este diseño, seguramente veremos en el futuro cercano muchos biplanos supersónicos surcando los cielos. Casi en silencio, y quemando menos combustible.

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Escrito por Ariel Palazzesi

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