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Neurocientíficos: Sitios sociales dañan a los niños

Una neurocientífica ha dejado caer una pequeña bomba sobre uno de los inventos más revolucionarios de los últimos años. Advierte que las redes sociales, sitios como Facebook, Twitter y Bebo, están provocando cambios alarmantes en los cerebros de los usuarios más jóvenes, al reducir su capacidad de atención, fomentar la gratificación instantánea y las actitudes egocéntricas. Para la neurociencia, las redes sociales pueden ser el nuevo demonio agazapado en la oscuridad.

Susan Greenfield es la neurocientífica responsable de declaraciones que seguramente traerán cola. Según Susan, millones de jóvenes basan sus vidas sociales en las relaciones que tejen, día a día, en las comunidades virtuales a las que pertenecen. Hasta hace algunos años, antes de la ubicuidad de los ordenadores conectados a Internet, un niño típico se relacionaba con otros en su colegio, en la plaza cercana a su casa o con otros niños de su entorno. En la actualidad, una gran parte de los niños que tienen un ordenador con acceso a la red establecen ese tipo de relaciones con personas virtuales, que posiblemente nunca lleguen a conocer en el mundo real. Pero ¿en que cambia esta situación el desarrollo mental de un niño?

Según Susan, muchos padres y profesores se quejan de que una buena proporción de los jóvenes con los que trata a diario carecen de la capacidad de comunicarse o concentrarse cuando no están frente a una pantalla. Solamente Facebook tiene más de 150 millones de usuarios registrados. Son personas que utilizan el servicio para mantenerse en contacto con amigos, compartir fotografías y vídeos y publicar periódicamente información actualizada de sus movimientos y pensamientos. Aproximadamente seis millones más utilizan Twitter, el servicio de “micro-blogging” que permite distribuir mensajes de texto con información sobre sí mismos. Para algunos neurocientíficos y psicólogos, esta revolución puede ser perjudicial para la juventud.

Greenfield,  neurocientífica de la Universidad de Oxford y directora de la Royal Institution, cree que la exposición repetida podría efectivamente “reconfigurar” el cerebro de una forma diferente a la que hasta hoy consideramos normal. Y por si todo esto no fuese poco, achaca el mismo problema a las series de TV y los videojuegos. Para estos especialistas, la permanencia frente a una pantalla jugando, mirando TV o escribiendo a tus amigos puede transformarte en un humano diferente.

"Sabemos que los pequeños necesitan constante reafirmación de que existen, y mi temor radica en que estas tecnologías son una versión moderna de los ruidos,  zumbidos y luces brillantes que atraen a los bebés, obteniendo su completa atención,” se despacha Greenfield. De alguna manera, Greenfield hace dice que las redes sociales son el dedo que nos chupamos todo el día mientras que estamos desparramados en un sillón, en lugar de salir a la calle y relacionarnos con nuestros pares. La neurocientífica también sostiene que la exposición a los juegos de ordenador, la mensajería instantánea, las salas de chat y los sitios de redes sociales podrían originar una generación con una pobre capacidad de atención. Preocupada, a menudo se pregunta “si realmente la conversación en tiempo real puede llegar a cambiar radicalmente nuestras costumbres, de la misma forma que el acechar, matar y desollar un animal para comerlo ha sido sustituida por la conveniencia de los paquetes de carne en el supermercado.”

Los psicólogos sostienen que la tecnología en general ha ido modificando nuestra capacidad para enfrentar problemas. Por ejemplo, el sistema GPS puede hacer que los niños sean incapaces de descifrar un mapa. Hace unas tres décadas atrás, se planteó una situación similar con la aparición de calculadoras digitales de bajo precio, cuyo uso continuado podía hacer que los jóvenes de la época “olvidasen” como efectuar cálculos de forma manual. El progreso y la tecnología a menudo son vistos como una amenaza. ¿Es realmente así?

En realidad, desde que aprendimos a hacer fuego frotando dos palitos la humanidad ha ido cambiando su forma de relacionarse. Las largas caminatas “conversando” con tus peludos amigos mientras marchaban al volcán más cercano para buscar fuego se convirtieron en cortas conversaciones mientras le dabas duro a los palitos dentro de la cueva. Más tarde, los placenteros y larguisimos viajes en carruajes tirados por caballos se convirtieron en enloquecidos vuelos en aviones. El placer de extraer raíces cuadradas con lápiz y papel quedó en manos de las demoníacas calculadoras de bolsillo de 5 euros. Y ahora, las charlas con tus amigos han pasado de la plaza o el pub a la pantalla de un ordenador. El fin de la humanidad se acerca al galope. ¿O no?

En realidad, hay otra lectura que puede hacerse sobre este fenómeno. En lugar de ver un vaso medio vacío que grita “los niños serán todos tarados culpa de estos cacharros” podríamos ver el vaso medio lleno, algo como “estos niños pueden comunicarse mucho más rápido y mejor que yo”. Quizás, en un afán de mantener el “status quo”, nos concentramos más en las formas que en los resultados. Posiblemente, lo importante sea llegar a destino y no si lo hicimos gracias a un anticuado papel lleno de rayas o utilizando un cojonudo GPS. Mientras que sepamos encarar el problema de la forma correcta, no tiene demasiada importancia si las cuentas las resolvimos sudando tres horas con un lápiz y papel o en dos minutos usando un ordenador. Y si mis amigos viven lejos y puedo decirles “hola” en Twitter en lugar de caminar dos horas para hacer lo mismo, puede que no esté tan mal.

Cada cambio en las costumbres es vista siempre con temor. Esto es muy natural. Al fin y al cabo lo que conocemos “de toda la vida” nos proporciona un marco de tranquilidad. Cada modificación en las costumbres nos obliga a aprender nuevas cosas y a desechar lo viejo. Pero, en general, los cambios son para mejor. Si en lugar de las redes sociales utilizamos el teléfono, un invento que por su antigüedad ya no mete miedo a ningún neurocientífico, estamos resignado la posibilidad de comunicarnos de una forma más plena, al no poder mostrar imágenes. El uso de las redes sociales, en realidad, nos brinda una forma de “estar” con nuestros amigos mucho más rica que las existentes hasta hoy.

Nada puede reemplazar a un buen partido de fútbol en una plaza, o una reunión de amigos. Pero no puedes estar todo el día con tu “tribu”. Si solo quieres decirles “hola, estoy bien, mañana te veo”, las redes sociales son la mejor herramienta de la que disponemos. ¿No crees?

Escrito por Ariel Palazzesi

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