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¿Te pondrías un chip debajo de la piel?

Hay algunas personas que modifican el aspecto de su cuerpo mediante el implante de diferentes materiales bajo la piel. Otra buena cantidad, sobre todo jóvenes, lucen aros en los rincones más insólitos de su anatomía. Pero no son los únicos implantes que puedes hacerte. La tecnología permite insertar chips debajo de nuestra piel, que nos permitirían -entre otras cosas- monitorizar nuestro estado de salud, transmitir nuestra posición a nuestros familiares o hasta efectuar pagos electrónicos en las tiendas. ¿Tú te pondrías un chip debajo de la piel?

Una encuesta realizada hace algunos días en Alemania reveló que aproximadamente uno de cada cuatro ciudadanos de ese país aceptaría implantarse un chip debajo de su piel si este le proporcionase algún beneficio concreto. No es una mala cifra, sobre todo si tenemos en cuenta que aún no existe en el mercado ningún dispositivo semejante a la venta. Sí, es cierto, se han hecho algunos experimentos exitosos, y la operación para fijar el cacharro en nuestro cuerpo no es en absoluto traumática ni dolorosa, pero aún así no existe ningún producto disponible para la venta basado en este concepto. Pero si el relevamiento realizado en Alemania es representativo de la opinión que tienen los habitantes de otros países, es posible que dentro de no mucho tiempo veamos que tímidamente comienzan a aparecer chips subcutáneos por doquier.

¿Que puede hacer por nosotros esta tecnología? En primer lugar, a pesar de que todo el mundo se refiere a ella como “implante de chips”, lo cierto es que se trata de dispositivos complejos, compuestos por varios componentes y no de un solitario circuito integrado. En general se trata de dispositivos capaces de comunicarse con el exterior mediante alguna señal de radiofrecuencia, y a menudo obtienen su energía de estas mismas señales. En teoría, es posible miniaturizar aparatos que registren en todo momento nuestra posición y que eventualmente la transmitan a una red destinada a mantener un registro con nuestros desplazamientos. Dejando de lado la paranoia del tipo Big Brother, lo cierto es que en caso de sufrir un accidente o que el lugar donde vivimos sufra alguna clase de desastre natural, un dispositivo así sería muy útil para que los equipos de rescate o nuestra propia familia sepan dónde encontrarnos. Otro campo en que seria útil un implante de este tipo es en el área de la salud. Millones de personas realizan cada día tests destinados a conocer el nivel de azúcar presente en su sangre. Un dispositivo implantado debajo de la piel de su brazo podría realizar esa tarea de forma automática -una vez cada hora o así- y enviar los resultados al ordenador de casa. De esa manera, tendríamos un registro pormenorizado de los niveles de glucosa y la posibilidad de que un software nos alerte bastante antes que las cosas están comenzando a alejarse de los parámetros normales.

Pero no solo los que sufren algún tipo de enfermedad o dolencia crónica se beneficiarían de este tipo de implantes. No es descabellado imaginar alguna clase de dispositivo pequeño, que permita identificarnos simplemente acercándonos al sitio donde debemos pagar algún bien o servicio, y que el importe correspondiente sea debitado de nuestra cuenta sin necesidad de tocar nada o de arrastrar con nosotros dinero o tarjetas de crédito. Hay -literalmente- miles de nichos en los que un implante electrónico subcutaneo proporcionaría ventajas tangibles. Pero a pesar de que el 23% de los alemanes estuvo de acuerdo con “invadir” sus cuerpecitos con uno de estos cacharros, el 72% reveló que bajo ninguna circunstancia accedería a ello. ¿Cuáles son sus motivos? En general, la falta de información. El ciudadano medio ve a esta tecnología como una amenaza para su privacidad. A pesar de que posiblemente utilizan un teléfono móvil cuya posición muy posiblemente puede ser rastreada por la empresa prestadora del servicio, o publican hasta los detalles mas insignificantes (o privados) de sus vidas en alguna red social, la idea de que puedan rastrearlos mediante un chip les resulta inaceptable. Otros temen a la intervención quirúrgica o a sus posibles complicaciones. Así como hay mucha gente que teme al pinchazo de la aguja que va a inmunizarlo contra alguna enfermedad, otros cuantos empiezan a sudar frío con solo pensar en un afilado bisturí.

Sin embargo, es posible que dentro de no mucho tiempo -digamos un par de décadas- la miniaturización de la electrónica y la expansión de las redes de datos inalámbricas hagan de estos implantes algo común. Las nuevas generaciones son las que mejor parecen aceptar la idea de “instalarse” este tipo de dispositivos, así que finalmente se convertirán en algo presente en casi todos nosotros. Llegado ese día, tendremos que subirnos a la ola del progreso y considerar seriamente la posibilidad de pasar por el quirófano para obtener nuestro pequeño cacharro. Y tú, ¿te pondrías un chip debajo de la piel?

Escrito por Ariel Palazzesi

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