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Termómetro animal: el canto de los grillos

Sabido es que en las tardes de verano el canto de los grillos suele ser lo suficientemente estridente como para llamarnos la atención. Pero lo que muchos ignoran es que el canto de estos insectos tiene características que dependen completamente de las condiciones ambientales. Tanto es así, que puedes determinar con bastante precisión la temperatura ambiente simplemente oyendo el canto de un grillo. ¿Que no es posible? ¡Sigue leyendo y entérate!

Seguramente te ha pasado que, durante alguna agobiante y calurosa tarde de verano, no has podido dormir la siesta porque el insistente canto de los grillos te lo han impedido. Es bastante difícil evitar escuchar el “cric cric” con el que estos animalitos intentan atraer a las hembras (sólo los machos cantan). Para producir el sonido tan peculiar, estos insectos –primos de los saltamontes– levantan ligeramente sus alas y las frotan una contra la otra. Este “canto” tiene varias particularidades. Una de ellas es que resulta bastante complicado saber desde dónde viene ese molesto sonido. Esto se debe a que la longitud de onda del “cric cric” es casi igual a la distancia que separan nuestros oídos, razón por la cual resulta tan difícil establecer la localización de un grillo.

Pero hay otra interesante cuestión asociada al sonido que emiten los grillos: El metabolismo de estos insectos es muy sensible a los cambios de temperatura, debido a que son seres lo bastante simples como para no ser capaces de autorregular su temperatura corporal (algo que sí podemos hacer los mamíferos). Sus funciones corporales y movimientos musculares tienen lugar a diferentes velocidades según cambia la temperatura ambiente. No hay nada extraño en esto: en el fondo, todos los seres vivos “funcionamos” a partir de diferentes y complejas reacciones químicas, y la velocidad con la que estas se desarrollan dependen del calor que se les pueda aportar, que actúa como un catalizador positivo.

El químico y físico suizo Svante August Arrhenius, que vivió entre 1859 y 1927 fue capaz -en 1889- de establecer una relación matemática entre la velocidad de una reacción química y la temperatura a la cual se desarrolla. Sencillamente, cuanto mayor es la temperatura, mayor es la velocidad de reacción; y viceversa: cuanto menor es la temperatura, menor es la velocidad de reacción.

Como decíamos, el metabolismo de los grillos no es otra cosa que una sucesión de reacciones químicas, y por tanto sensible a los cambios de temperatura. Cuando la temperatura de su entorno es elevada, tal como ocurre en verano, los chirridos de los grillos aumentan su frecuencia. No es otra cosa que la confirmación de la ecuación encontrada hace 110 años por Arrhenius.

Los científicos, escuchando atentamente el canto de los grillos, han determinado la expresión matemática que relaciona la temperatura con la frecuencia del chirrido de estos animales, y lo cierto es que resulta lo suficientemente precisa como para poder conocer la temperatura ambiente con la misma precisión que un termómetro de mercurio. En grados centígrados, la fórmula en cuestión es la siguiente:

Obviamente, el principal escollo a la hora de usar un bicho de estos como termómetro es contar con la suficiente precisión la cantidad de chirridos que emite durante un minuto. Algunos recomiendan realizar dicha cuenta en un intervalo de 10 segundos y luego multiplicar por 6 el resultado. No hay dudas que este sistema es más rápido y cómodo, pero introduce un mayor margen de error. Quizás la mejor forma sea contar los chirridos durante más tiempo (digamos 10 minutos) y luego dividir por un número mayor (por ejemplo, 50). Esto puede resultar más “incómodo”, pero minimiza el error de la medida.

Como sea, nadie va a reemplazar un termómetro de mercurio por una cajita con un grillo, pero lo cierto es que se trata de un buen truco con el que podemos asombrar a nuestros amigos mientras escuchamos cantar a uno de estos insectos. ¿No te parece?

¿Cómo se realizaban los primeros pronósticos del tiempo?

Escrito por Ariel Palazzesi

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