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The UpLift Principle: ¿Es posible La Isla de Moreau?

En mayo de este año, el Journal of Evolution and Technology publicó un fascinante artículo. En él,  George Dvorsky, su autor, sostiene que en el futuro cercano será posible dotar a los animales de las capacidades físicas y mentales necesarias para que puedan participar en la sociedad en calidad de iguales. Para Dvorsky esto no solo es éticamente aceptable, sino también una necesidad.

En el ámbito de la ciencia ficción, “biological uplift” es el termino empleado para definir el "mejoramiento" de otras razas. Este concepto no es nuevo y, de hecho, es posible que quien lo haya empleado por primera vez haya sido H. G. Wells, en su novela “The Island of Doctor Moreau” (La Isla de Moreau) de 1896. En el texto, Wells describe cómo es la atormentada vida de un grupo de animales que han sido modificados para parecer humanos por el científico loco de turno.

Cuando el genial Herbert George concibió el argumento de su novela, nada de lo que en ella ocurría era posible. Pero, tarde o temprano, la tecnología acaba por hacer realidad hasta los sueños más locos que alguien pueda imaginar -desde poner un hombre sobre la Luna hasta la recreación de animales extintos–  y las ideas del Doctor Moreau podrían llevarse a la práctica dentro de no mucho tiempo. Los científicos, gracias a los avances producidos en la ingeniería genética, por ejemplo, podrían “mejorar” animales como los simios, perros o gatos para que sean aún una mejor compañía para los humanos. Y de eso trata el artículo de George Dvorsky.

Bajo el extenso titulo "All Together Now: Developmental and ethical considerations for biologically uplifting nonhuman animals" (algo así como "Juntos: Desarrollo y  consideraciones éticas de las mejoras biológicas a animales"), Dvorsky muestra su convencimiento sobre el papel que debe representar el hombre en la evolución de los animales. El trabajo que debemos hacer, propone, es empujar a algunos animales a que “evolucionen” para acercarse física y mentalmente a los humanos. Delfines, primates y muchos otros animales tienen, según George, el potencial de convertirse en verdaderos pares de los humanos. Al menos, si le damos el empujoncito adecuado.

Dejando por un momento de lado los aspectos tecnológicos de esta propuesta, ya que seguramente llegará el día en que sea posible “trastear” con los genes de nuestros parientes evolutivos para hacerlos más inteligentes y hábiles, uno podría suponer que dicha intervención en el curso natural de la evolución no sería bienvenida por la comunidad científica. Al fin y al cabo, todavía nos encontramos discutiendo sobre la conveniencia o no de desarrollar y consumir alimentos transgénicos.

Sin embargo, para Dvorsky no solo no existirían problemas éticos en hacer que, por ejemplo, un chimpancé sea capaz de articular palabras o conducir un coche. El especialista afirma que dicha “actualización” de las capacidades de estas especies es éticamente viable, y hasta deseable. Por supuesto, de llevarse a cabo algún día, este "biological uplift” nos obligaría a replantear muchos aspectos de nuestra cultura. ¿Un perro que camina sobre dos patas y tiene la inteligencia de un niño de 3 o 4 años puede ser esterilizado sin más? ¿Podremos seguir utilizando animales como cobayos cuando sus “hermanos” forman parte de nuestra sociedad?

Los defensores de los derechos animales ya han dado algunos pasos en el sentido de otorgar algunos derechos a los animales, aun sin que hayan sido modificados en lo más mínimo. Por ejemplo, en España y Nueva Zelanda se intenta establecer la condición de persona jurídica para los grandes simios. De prosperar esta iniciativa, los primates serán dotados de los derechos que tradicionalmente se han atribuido solamente a los seres humanos, y seguramente otros países seguirán su ejemplo rápidamente. No sabemos si todas las personas tomarían esto como un avance o si, por el contrario, alzarían sus voces oponiéndose férreamente a este tipo de iniciativa.

En realidad, la propuesta de George Dvorsky no deja de ser una versión acelerada de lo que la humanidad viene haciendo desde el principio de los tiempos. Cada vez que decidimos adoptar un determinado cachorro, porque es más inteligente o bonito que otro, estamos haciendo una selección que, a lo largo de varias generaciones, altera la esencia de la raza. Con este mecanismo de cría selectiva, hemos desarrollado razas de vacunos que producen 10 o 20 veces más leche que los originales, o que alcanzan un peso determinado más rápido, entre otras miles de cosas. Si siguiésemos por ese camino, obtendríamos los mismos resultados que Dvorsky propone, pero en mucho más tiempo.

Si estamos dispuestos a aceptar que nuestras mascotas (y casi toda nuestra comida) ha sido modificada genéticamente mediante la cría selectiva a lo largo de siglos ¿Por qué no estar de acuerdo con alguien que propone mas o menos lo mismo, pero de forma inmediata? ¿Es ético realizar un cambio a lo largo de 10.000 años pero no en una década? Y si es así, ¿por qué? ¿Es correcto no proporcionar mayor inteligencia a nuestros animales teniendo las herramientas para hacerlo?

Efectivamente, son muchas preguntas. Pero debemos comenzar a pensar en las respuestas, ya que el futuro se nos viene encima. Y lo que en 1896 era solo una novela de ciencia ficción, se podría convertir en nuestra vida cotidiana.

Escrito por Ariel Palazzesi

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