Lisandro Pardo
Cohetes, coches eléctricos, baterías, energía solar, y ahora, interfaces cerebrales. Después de algunos tweets y varios comentarios aislados, Elon Musk confirmó la creación de una nueva compañía, Neuralink. Su objetivo principal será el desarrollo de un «cordón neural», un enlace entre el cerebro humano y los ordenadores para interactuar con ellos sin los problemas de ancho de banda y latencia asociados a los dispositivos de entrada tradicionales.
Navegar en la red o utilizar ordenadores al estilo «Johnny Mnemonic» es algo que todavía se encuentra bastante lejos, pero en el mundo de la tecnología hay personas más que dispuestas a reducir la distancia. Por supuesto, las potenciales aplicaciones de una tecnología tan avanzada no se limitan al ocio o la productividad. Una interfaz cerebral podría ayudar a tratar ciertas condiciones neurológicas complejas, o al menos paliar sus efectos. Después entramos en el campo de los exoesqueletos, con un control motriz mucho más fino y preciso. El perfil médico de las interfaces cerebrales es muy importante, y ese es el flanco que están atacando algunas compañías. La última en entrar al ruedo es Neuralink, y tiene el respaldo de nada menos que Elon Musk.
Musk sugirió en el pasado que si nos guiamos por la velocidad de desarrollo en materia de inteligencia artificial, la especie humana será superada muy rápido. Su propuesta fue una «interfaz cortical directa», y a partir de allí, varios de sus tweets nos hicieron pensar que estaba preparando algo grande en neurociencia. El llamado «cordón neural», que sería implantado quirúrgicamente en el cerebro, podría facilitar la unión entre la inteligencia biológica y la artificial. Una conexión mucho más directa, sin los conflictos de ancho de banda causados por teclados, ratones, trackpads y pantallas táctiles. Algunos portales incluso mencionaron la posibilidad de «cargar y descargar pensamientos», pero esa no es la prioridad de Neuralink.
Epilepsia y depresión son algunas de las condiciones que Neuralink tratará de combatir con su tecnología neural, ambas demandando miles de millones de dólares al año en tratamientos. Obviamente, no será nada sencillo para Musk y el resto del equipo. Aún si sus desarrollos funcionan, el proceso de colocar interfaces en el cerebro humano necesitará estudios caso por caso, y muchos años de trabajo.
