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10 experimentos psicológicos que revelan la verdadera naturaleza humana

Algunas respuestas no son las que queremos escuchar

La mente humana necesita saber sobre sí misma. Y en más de una ocasión, la búsqueda de ese conocimiento provocó que factores como la ética y la moral caigan a un plano inferior. En las últimas décadas se han desarrollado diferentes experimentos que de ser reproducidos en la actualidad encenderían más de una alarma, y hoy queremos repasar varios de ellos. Si bien no todos son considerados «malos», algunos de los resultados nos obligan a pensar largo y tendido…

La palabra «experimento» puede tener un perfil intimidante dependiendo de su contexto. Después de todo, una cosa es un experimento con elementos químicos dentro de un laboratorio especializado a cargo de expertos, y otra completamente diferente es el experimento que hizo Facebook con sus usuarios sin pedir autorización previa. Se han hecho muchas cosas en el nombre del conocimiento. Algunas resultaron ser muy interesantes. Otras, cayeron directo en el territorio de lo atroz. Lo que vamos a ver a continuación equivale (en cierto modo) a explorar «el medio» de ambos extremos. El lector tendrá el privilegio de juzgar qué tan «bien» o «mal» estuvo cada uno, y por supuesto, compartir su punto de vista en los comentarios.

«Una Clase Dividida»

Martin Luther King fue asesinado el 4 de abril de 1968, y Jane Elliott se encontró con el desafío de explicar conceptos como racismo, prejuicio y discriminación a sus alumnos de tercer grado. Al ver que la discusión en clase no avanzaba, Elliott la llevó a la práctica, instalando durante dos días un ejercicio en el que los alumnos de ojos azules recibieron tratamiento preferencial sobre los alumnos de ojos marrones, invirtiendo los roles al día siguiente.

¿El resultado? Los grupos favorecidos respondían más rápido, trabajaban con mayor entusiasmo y les iba mejor en las pruebas, mientras que en el grupo discriminado sucedía exactamente lo contrario. En las palabras de Elliott: «Observé a lo que habían sido niños maravillosos, estupendos, considerados y cooperadores transformarse en pequeños de tercer grado horribles, crueles y discriminadores en un espacio de quince minutos.»

«El perro de Pavlov»

En un intento por estudiar el sistema digestivo, el fisiólogo ruso Iván Pavlov utilizó perros en sus experimentos. Cuando un perro encuentra comida empieza a salivar para que sea más fácil tragarla, además de optimizar su digestión. Sin embargo, Pavlov vio que los perros empezaban a salivar sin comida a la vista. En primer lugar descubrió que los perros reaccionaban a las batas de laboratorio, debido a que la comida «estaba en camino» cada vez que las batas aparecían.

Su siguiente paso fue introducir un estímulo neutro (el sonido de una campanilla) cada vez que los perros eran alimentados. A través de la acumulación de experiencias, Pavlov logró que los perros comiencen a salivar sólo con hacer sonar la campana, estableciendo así la base del condicionamiento clásico.

«El Experimento de Milgram»

En julio de 1961, el psicólogo Stanley Milgram de la Universidad de Yale inició una serie de experimentos sociales para evaluar la obediencia frente a figuras de autoridad. Los participantes debían ocupar el rol de profesores, y administrar choques eléctricos a un estudiante cada vez que respondiera una pregunta de forma incorrecta. En realidad nadie estaba siendo electrocutado, y del otro lado había un actor que además de anunciar respuestas erróneas a propósito, fingía sentir dolor con cada choque.

A pesar de los gritos y las protestas, los participantes continuaron administrando y aumentando los «choques» porque el encargado del experimento (la «figura de autoridad») así lo indicaba. De hecho, el 65 por ciento llegó a dar el equivalente a un choque letal de 450 voltios. En resumen: El autoritarismo nos vuelve monstruos.

«El Gorila Invisible»

El objetivo de este ejercicio desarrollado por la Universidad de Harvard es observar con mucha atención un corto con personas jugando baloncesto. Mientras lo observamos, debemos contar todos los pases que hacen los jugadores vestidos con camiseta blanca. En plena acción aparece un gorila, se detiene a mitad de camino, golpea su pecho, y continúa hasta salir del cuadro.

¿Acaso podemos ver al gorila? Lo primero que nos viene a la mente es un rotundo «sí», ¿pero podemos ver «todo» lo que hace el gorila? ¿Qué sucedió con los pases de los jugadores blancos? ¿Es posible observar cada movimiento del gorila «y» determinar el número correcto de pases? La primera vez que lo ví me perdí varios detalles del gorila, y de algún modo conté una cantidad menor de pases…

«El Experimento de la Prisión de Stanford»

Uno de los experimentos más controvertidos y extremos se llevó a cabo entre el 14 y el 20 de agosto de 1971 en la Universidad de Stanford, liderado por el profesor de psicología Philip Zimbardo. El plan era estudiar los efectos psicológicos del poder percibido, y para ello dividió de forma aleatoria a un grupo de estudiantes voluntarios en guardias y prisioneros. A las pocas horas de iniciado el experimento, los «guardias» comenzaron a abusar psicológicamente de los prisioneros, y en cuestión de días adoptaron por completo su nuevo lado sádico, incrementando los castigos y abusos.

Sólo las objeciones de Christina Maslach, psicóloga y en ese entonces pareja de Zimbardo, lograron detener al experimento ocho días antes de lo previsto. El resultado del experimento sugiere que las atribuciones situacionales o externas se ubican por arriba de las disposicionales o internas, algo compatible con lo observado en el Experimento de Milgram, pero sigue siendo criticado 46 años después.

«Efecto Halo»

A principios de la década de 1920, el psicólogo Edward Thorndike solicitó a dos oficiales de alto rango una evaluación de sus soldados basándose en parámetros como inteligencia, capacidad de liderazgo, cualidades físicas (apariencia, energía, etc.) y aspectos más personales como lealtad y responsabilidad. El descubrimiento de Thorndike fue que las «buenas impresiones» que transmitían algunos soldados (de acuerdo con los oficiales) afectaron positivamente su percepción de otras características, mientras que un atributo negativo identificado en un soldado perjudicó al resto de su evaluación. Este sesgo cognitivo es conocido como el Efecto Halo, funciona en ambas direcciones, e instala una interesante pregunta: ¿Las primeras impresiones son las que cuentan, o las que más engañan…?

«El Experimento del Muñeco Bobo»

Este experimento fue organizado por el psicólogo canadiense Albert Bandura en 1961 y 1963, tratando de poner a prueba su Teoría de Aprendizaje Social, que presenta como elementos básicos del comportamiento humano a la copia y la imitación. El experimento separó a varios niños en grupos expuestos a dos modelos muy definidos de comportamiento. El primero de ellos enseñó a una persona adulta dentro de una habitación, golpeando con frecuencia a un muñeco Bobo y demostrando agresividad de diferentes formas.

El segundo tuvo a un adulto calmado y dispuesto a jugar con otros juguetes, ignorando al muñeco. Al ser introducidos en otra sala, se les indicó a los niños (luego de dos minutos) que ya no podían jugar con los juguetes porque estaban «reservados» para otros niños, buscando generar frustración en los participantes. Regresando a la habitación original, los pequeños expuestos al modelo agresivo presentaron una mayor tendencia a descargarse con el muñeco Bobo, incluyendo golpes, patadas, y ataques con un martillo de madera. Bandura también registró mayor agresividad en los niños que en las niñas, dando soporte a su predicción de que los modelos del mismo sexo tienen una influencia mayor.

«El Experimento de Conformidad de Asch»

El Experimento Asch, también conocido como Paradigma de Asch, vio la luz en el año 1951 gracias al trabajo del psicólogo polaco Solomon Asch en el Swarthmore College. Se trata de un simple ejercicio de percepción: Dos tarjetas. La primera posee una línea, y la segunda tres. El participante debe indicar qué línea de la segunda tarjeta es más larga que la primera, sin embargo, ese no es el objetivo real. Este participante forma parte de un grupo de ocho personas, pero el resto son actores que responden mal deliberadamente.

Después de doce ejercicios, el 36.8 por ciento de los participantes terminó aceptando y conformándose con lo dicho por la mayoría incorrecta, mientras que los «independientes» no negaron haber tenido dudas, cuestionado su juicio en algún momento, o experimentar el deseo de «seguir a los demás» con sus respuestas.

«El Experimento del Buen Samaritano»

Un grupo de estudiantes presentes en el Seminario Teológico de Princeton en el año 1973 participaron de un pequeño experimento que básicamente los colocaba en un apuro. El primer paso era responder un cuestionario en una oficina, y el segundo era trasladarse a otra más alejada para brindar una charla ya sea sobre trabajos, o sobre la Parábola del Buen Samaritano. La diferencia es que cada participante se le indicó que debía darse prisa para llegar, en varios grados.

A mitad de camino, los miembros del experimento encontraron un actor fingiendo necesitar ayuda. En promedio, sólo el 40 por ciento de los participantes ayudó al actor. El 63 por ciento de quienes tenían poca prisa asistió. Aquellos con una prisa moderada no superaron el 45 por ciento, y entre los que tenían mucha prisa, apenas el 10 por ciento decidió ayudar. Una vez más, la situación parece superar a la personalidad.

«La Tercera Ola»

Probablemente este sea uno de los experimentos más conocidos de la lista, debido a sus múltiples adaptaciones. La historia comienza en abril de 1967 con el profesor de secundaria Ron Jones explicando en una clase de historia a sus alumnos cómo fue que una buena parte de la población alemana aceptó (o ignoró) todas las acciones del régimen nazi durante la Segunda Guerra, incluyendo el Holocausto. Las dificultades que enfrentó en el proceso llevaron a Jones a crear un movimiento social semiprivado (se suponía que no iba a salir de la clase) bautizado «La Tercera Ola», que incluía ejercicios de disciplina y un estricto sentido comunitario.

En otras palabras, lo que hizo fue adaptar y moldear características básicas del nazismo a su movimiento. En menos de 72 horas, la Tercera Ola ya tenía más de 200 miembros, tarjetas de identificación, un estandarte, y una especie de policía interna que reportaba a aquellos que no seguían las reglas. Al detectar que las cosas estaban escapando de su control, Jones organizó una reunión en la que supuestamente revelaría a la Tercera Ola como un movimiento nacional, y a su Verdadero Líder, que competiría en las próximas elecciones presidenciales. Todo lo que vieron al quinto día en esa reunión fue la estática de un canal vacío. Jones había logrado su punto al explicar la seducción del fascismo.

¿Tienen más para compartir? Dejen un comentario.

(Del Archivo de NeoTeo, 5 de diciembre de 2017)

Escrito por Lisandro Pardo

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