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Beethoven, el plomo y la Novena Sinfonía

El compositor de la Novena Sinfonía sufrió, a lo largo de su vida, de cólicos, dolores articulares y fuertes dolores de cabeza. Ludwig van Beethoven a menudo exhibía un comportamiento irritable, era una persona taciturna, socialmente aislada y que sufría frecuentes ataques de depresión y desesperación. Los investigadores forenses han encontrado la explicación a todas estas dolencias analizando sus huesos y restos de cabello 180 años después de su muerte. Si el músico alemán no se hubiese intoxicado con plomo, es muy posible que nunca hubiese compuesto la célebre sinfonía.

Muchas veces, al ver capítulos de series como CSI o Bones, en la que los protagonistas deducen las cosas más increíbles a partir de algunos restos de los cuerpos de las víctimas de un crimen, nos preguntamos si la realidad se parece en algo a este mundo ideal que refleja la pantalla. Dejando de lado por un momento el hecho de que no todos los laboratorios forenses cuentan con toda la tecnología que Hollywood nos muestra, lo cierto es que la realidad suele superar a la ficción. Investigadores forenses “de verdad”, a partir de unos pocos cabellos y trozos de huesos pertenecientes a Ludwig van Beethoven (1770-1827), encontraron la explicación a los bien documentados achaques -físicos y mentales- que padecía el músico alemán.

El año pasado, Vicente Rodilla y Carlos Garcés, dos investigadores del CEU Cardenal Herrera de Valencia, finalizaron un estudio del que se desprende que la  “irritabilidad y la depresión causada por el plomo influyó en algunas de las composiciones de Beethoven, fundamentalmente en sus obras más tardías”. El trabajo de Rodilla y Garcés no es el primero sobre este tema, pero tiene una especial significación porque ambos están muy relacionados con el mundo de la música: Vicente es músico de la Banda Primitiva de Llíria y Carlos es tenor lírico. Lo cierto es que los restos de Beethoven contienen altas cantidades de este metal, que habría sido incorporado por el compositor en parte por la ingestión de vino en copas de cristal con altas cantidades de este elemento, y en parte durante un tratamiento al que fue sometido por el médico Andreas Wawruch. Pocos meses antes de su muerte, Beethoven sufrió una pulmonía que fue tratada por Wawruch mediante unas sales expectorantes que contenían una gran cantidad de plomo.

Estos resultados coinciden con los análisis efectuados poco antes por el médico forense Christian Reiterl, en cooperación con la Universidad de Edafología de Viena, en unos cabellos  Beethoven. Este investigador descubrió que el plomo presente en los medicamentos, unido a un estilo de vida que le acarreó una cirrosis hepática, fue lo que le causó la muerte a los 56 años de edad. Reiter asegura que los rizos del célebre compositor constituyen “una especie de regla en el tiempo, pues permiten una visión médica de los últimos 400 días de su vida. La intoxicación con plomo le habría causado una enfermedad llamada “saturnismo”, cuyos síntomas coinciden por los documentados durante la vida de  Beethoven.

Lo cierto es que casi dos siglos después de su muerte, la medicina forense fue capaz de descubrir el origen de los padecimientos del músico. El nivel de plomo encontrado en los cabellos de Ludwig “superaba en más de cien veces los niveles habituales de este metal en los seres humanos, hecho que explicaría patologías como los cólicos, los dolores articulares, los dolores de cabeza y el extraño comportamiento que a veces manifestaba el compositor, todas dolencias y enfermedades reflejadas por los diferentes biógrafos del maestro alemán”. Los especialistas del CEU Cardenal Herrera comenzaron su trabajo sobre los huesos de Beethoven hace ocho años, cuando un estudio del Pfeiffer Research Center de Illinois demostró que existían altos niveles de plomo en una muestra de sus cabellos.

Sin embargo, ninguno de estos estudios relaciona la sordera de Beethoven con el saturnismo, ya que  “aunque hay casos documentados de inducción a la sordera por exposición al plomo, en el caso de Beethoven más bien parece estar alineada con lesiones en el oído interno o en el nervio auditivo”, explican los investigadores del CEU. El saturnismo hizo que Beethoven “sufriera una gran transformación durante la enfermedad y pasara gradualmente de ser un hombre joven, simpático y agradable a una persona irritable, taciturna, socialmente aislada y que sufría ataques de depresión y desesperación”, dicen los especialistas. Además, “el hecho de que sus últimas composiciones se salgan de los cánones románticos de la época y sean tristes, desesperadas, como salidas de las entrañas, puede significar que las dolencias físicas hubieran trascendido a su mente y su creación estuviese siendo distorsionada por la propia enfermedad”. Un buen ejemplo de esto es la naturaleza de “La Gran Fuga”, una composición de naturaleza introspectiva, pero a la vez feroz y cerebral, que en nada se parecía al trabajo previo del autor. La crítica de la época fue muy dura con esta obra, y su editor, dada la pobre recepción que había tenido en su primera interpretación pública, decidió sustituirla por otro final. Fue descrita por muchos como “repelente, indescifrable y horrorosa”.

La composición más popular de  Beethoven, la “Novena Sinfonía”, muy posiblemente no hubiese sido escrita si el músico hubiera gozado de buena salud. Los tormentos a los que estaba sometido por su envenenamiento lento con plomo lo sumergían en un estado depresivo y melancólico tal,  que otros grandes de la música se han referido a ella con frases como “una majestuosidad sombría que mueve el alma a lo más profundo” (Berliotz) o “la cosa más triste jamás dicha con notas” (Wagner). Ya sobre el final de su vida, la dolencia habría alcanzado niveles casi insoportables. Muchos biógrafos han hablado sobre esto (la vida de Beethoven se conoce con bastante detalle), pero no ha sido hasta casi 200 años después de su muerte que hemos podido dilucidar cuál era el origen de sus males. Hoy sabemos que el plomo, de forma más o menos directa, es responsable de composiciones como la “Novena Sinfonía”. ¿No es maravilloso?

Escrito por Ariel Palazzesi

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