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El bunker de Greenbrier

Durante los años de la Guerra Fría la humanidad vivió un estado de paranoia permanente. Las dos superpotencias de la época -la Unión Soviética y los Estados Unidos- intentaban prepararse para el día en que su enemigo efectuase un ataque nuclear. Una de las preocupaciones más grandes era como proteger convenientemente al presidente y a la cúpula dirigente cuando los ICBM comenzasen a llegar. En los EE.UU. se construyó uno de los refugios secretos más grandes del mundo: el bunker de  Greenbrier. Te invitamos a conocerlo.

Finalizada la Segunda Guerra Mundial, las dos superpotencias sobrevivientes se enfrascaron en una especie de juego de ajedrez diabólico donde cada movida de uno de los contrincantes era contrarrestada inmediatamente por su oponente. Ajenos a cualquier lógica racional, los gobiernos de los Estados Unidos y la Unión Soviética comenzaron a fabricar armas cada vez más poderosas y veloces. Luego de ver lo que las bombas estadounidenses hicieron en Nagasaki e Hiroshima, estaba claro que un ataque nuclear podía poner a un país de rodillas.

La población civil, lamentablemente, estaba destinada a ser carne de cañón. Ciudades con varios millones de habitantes eran absolutamente inevacuables en los pocos minutos de margen que se disponían entre la detección de un lanzamiento enemigo y la llegada de la temida bomba atómica. Aunque se construyesen refugios lo suficientemente grandes para albergar a 3 o 4 millones de habitantes, no había tiempo para que estos se resguardasen en su interior. Obviamente, la conducción de un país es imposible si sus responsables no se encuentran a salvo, así que en los EE.UU. comenzó a elaborarse un plan que permitiese mantener a salvo un puñado de personas: el presidente, los senadores, sus ayudantes y, según afirman algunos, sus familias. Pero… ¿qué se podía hacer para protegerlos? La respuesta fue el bunker de  Greenbrier.

El tunel del bunker de Greenbrier

Durante la crisis de los misiles de Cuba, en 1962, en las escuelas se entrenaba a los niños para que se protegiesen debajo de los escritorios o en huecos de escaleras. Este sistema -a todas luces completamente ineficaz- no era lo suficientemente bueno para los congresistas, así que se decidió construir un enorme refugio subterráneo debajo de un viejo  hotel cuatro estrellas llamado “The Greenbrier”. Este edificio está situado en el condado de Greenbrier, en Virginia Occidental, fue construido originalmente en 1858, y se lo reformó varias veces. En 1910 se ampliaron sus instalaciones, y durante la Segunda Guerra Mundial sirvió como hospital y alojamiento para diplomáticos de otros países que se encontraban en los Estados Unidos.

En 1950, con la Guerra Fría y la amenaza nuclear sobrevolando el mundo, se lo sometió a una reestructuración secreta. El proyecto fue bautizado como “Proyecto Isla Griega” y consistía en la construcción de una ala nueva del hotel. Las obras se realizaron entre 1958 a 1961, y los trabajadores “agregaron” las instalaciones del refugio sin que el público lo supiera. Las paredes del bunker son de hormigón armado,  lo suficientemente fuertes como para resistir las consecuencias de un impacto nuclear sobre Washington. Si una bomba impactase directamente en el hotel, nadie hubiese sobrevivido, pero su carácter secreto lo protegía y evitaba que los rusos lo considerasen un blanco interesante.

El bunker posee dos niveles subterráneos, a los que se accede mediante cuatro entradas protegidas por gigantescas puertas de acero. Cada una pesa 25 toneladas y fueron construidas por la Mosler Safe Company. Dos son lo suficientemente amplias como para permitir el paso de un camión. En el refugio hay 53 habitaciones, y depósitos con ropa, comida, agua y combustible como para que los congresistas pudiesen permanecer a salvo y bien provistos durante el desarrollo de un hipotético ataque enemigo.

Entrada al bunker de Greenbrier

A esta altura del relato te estarás preguntando cómo es posible que te contemos sobre la existencia de estas instalaciones secretas. La respuesta es muy simple: en 1992 periodistas del Wasghington Post descubrieron que había “algo raro” en el Hotel  Greenbrier y lo publicaron. El gobierno reconoció la existencia del buker, e inmediatamente lo clausuró. Violado el secreto, ya no era útil. Durante 30 años las instalaciones habian sido mantenidas en secreto por un grupo de trabajadores del hotel, cuyos salarios eran pagados por la administración nacional. Con el paso del tiempo las instalaciones del bunker fueron “recicladas”, y hoy día se utilizan como depósito de datos para el sector privado. Una parte del mismo puede incluso ser recorrida por los turistas, que acceden a las tripas de un refugio que -gracias al dinero de sus impuestos- salvaría las vidas de sus congresistas.

Escrito por Ariel Palazzesi

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