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Formatos “lossless”: FLAC y Monkey’s Audio

El formato mp3 gobierna actualmente el universo del audio portátil, y seguirá en esa posición de privilegio por un largo tiempo, pero no podemos negarnos a nosotros mismos la posibilidad de explorar otras opciones. Los formatos “lossless” o “sin pérdida” tienen una enorme cantidad de seguidores, y eso no se aplica a los usuarios solamente. Entre los más conocidos está el Free Lossless Audio Codec o FLAC, pero también hay otros, como el Monkey’s Audio. Decidí probar a ambos en una especie de “pseudo-comparativa”, porque si bien ambos hacen el mismo trabajo, cada uno tiene sus puntos fuertes, e incluso comparten debilidades.

Recientemente adquirí una copia (usada, y bastante accesible por cierto) de The Age of Plastic, el primer disco que lanzó The Buggles en 1980. Los lectores más jóvenes de NeoTeo probablemente no sepan de quién rayos estoy hablando, pero estoy convencido (o casi convencido) de que alguna vez se deben haber cruzado con la canción “Video Killed the Radio Star”. También podría agregar que, además de convertirse en todo un “hit” en varios países, su vídeo fue el primero en ser emitido en MTV cuando hizo su debut en la pantalla estadounidense. Pero ese no es el punto: El punto es que extraje las pistas del CD (la industria puede guardarse su opinión sobre esto) y las convertí al formato FLAC, que como ya sabemos bien, se trata de un formato “lossless” o “sin pérdida”.

El método para convertir un archivo WAV a FLAC sigue siendo el mismo que expliqué aquí hace un buen tiempo, salvo por una excepción muy importante. Muchos de nuestros lectores están utilizando Windows 7 en su versión de 64 bits, por lo tanto, si desean usar el “frontend” de FLAC (su versión de línea de comando no es tan complicada, pero sólo un puñado de audaces decide comprimir desde allí), cuando intenten registrar el archivo mscomctl.ocx recibirán un error. La solución radica en copiar el archivo no dentro de “System32”, sino de “SysWOW64”, y realizar el registro desde el interior de esa carpeta.

Sin embargo, FLAC no es el único formato lossless allí afuera. Hace algunas semanas, alguien me habló sobre Monkey’s Audio. Este formato no es un desconocido para mí, pero nunca había tenido la oportunidad de probarlo un poco más a fondo. Está un poco más limitado en lo que se refiere a soporte de plataformas (el sitio oficial sólo ofrece descargas para Windows), aunque varias fuentes hablan de que posee una tasa de compresión levemente superior a FLAC y otros formatos. Entonces, ¿por qué no? Su instalación y utilización es un poco más sencilla que en el caso de FLAC. Su sitio oficial ofrece una aplicación de compresión con interfaz gráfica que no ahoga a los usuarios en opciones avanzadas o poco documentadas.

Para obtener los mejores resultados sólo es necesario escoger la compresión “Insane”, que por supuesto demorará un poco más de tiempo. Sumado a este detalle está la compatibilidad general de Monkey’s Audio. El resultado de la compresión son archivos con extensión APE que no todos los reproductores pueden procesar desde el inicio. Por suerte, algunos de los reproductores más importantes (Winamp, Foobar2000, AIMP, etc.) ofrecen cierto nivel de soporte. Para el caso de Winamp Lite (que es lo que uso en este momento), Monkey’s Audio ofrece un plugin dedicado que se instala sin mayores inconvenientes. El instalador de este plugin se encuentra dentro de la carpeta de Monkey’s Audio (“Winamp Plugin.exe”).

Con los parámetros de FLAC en su máximo de “8” y los de Monkey’s Audio en “Insane”, comencé a machacar las pistas de The Age of Plastic. FLAC comprimió más rápido, pero Monkey’s Audio fue capaz de reducir el tamaño un poco más, cerca de ocho megabytes frente al resultado de FLAC. Ambos formatos lograron un promedio de 206 megabytes sobre un total de ocho pistas y casi 48 minutos de audio. Esto me lleva a pensar lo siguiente: La capacidad de los reproductores físicos ha aumentado drásticamente en los últimos tiempos, pero son pocos los casos en los que se usa por completo. En 2013, el formato mp3 cumplirá dos décadas de edad. ¿Es tan descabellado pensar en reemplazarlo? Nos ha servido bien, y lo seguirá haciendo por muchos años más, pero al menos en lo que se refiere a un uso personal, habría que considerar otras opciones, siempre apuntando a una mayor calidad de audio. Algunos podrán decir: “Entonces usa el WAV o escucha desde el CD”, pero la idea tampoco es esa. La idea es ser más eficiente, mientras que el formato mp3 ha sido efectivo hasta aquí. ¿Por qué no tratar de tener lo mejor de ambos mundos?

Lamentablemente, un factor limitante para ambos formatos continúa siendo el soporte de hardware. En los últimos años varios fabricantes han comenzado a ofrecer soporte nativo para FLAC, mientras que la legión de reproductores genéricos que plaga el mercado apenas puede lidiar con los mp3. Una luz de esperanza ha sido Rockbox, un reemplazo de firmware para una gran cantidad de reproductores, desde la primera generación del iPod hasta la serie Sansa de SanDisk. Rockbox ha ampliado en gran medida el soporte de formatos en estos reproductores, y en la lista encontramos tanto a FLAC como a Monkey’s Audio, aunque en este último hay que tener cuidado con el nivel de compresión. Monkey’s Audio demanda una mayor cantidad de recursos de CPU en su decodificación, y muy pocos dispositivos pueden lidiar con esto. El sitio de Rockbox recomienda no ir más allá de la compresión “normal” para obtener la mayor compatibilidad posible.

Una vez más, recomiendo considerar a los formatos lossless en caso de que decidas pasar tus CDs al ordenador. Si tu sistema cumple el rol de “Gramola/Rocola/Jukebox” en tu hogar, prácticamente no tendrás limitaciones técnicas, y si tu reproductor no soporta estos formatos, “bajar” a mp3 desde ellos tampoco es muy traumático que digamos. Claro que, hacer el proceso inverso no tiene sentido. Aquello que “recortó” el mp3, no vuelve más. De momento, me detendré aquí, pero seguiré estudiando de cerca a otros formatos. Tal vez en la semana descargue una copia de WavPack, a ver qué tal funciona.

Escrito por Lisandro Pardo

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