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La cabeza de un perro del neolítico, reconstruida por forenses

4.500 años después, está de regreso

Perro escocés

Nuestra relación con los perros es mucho más larga y compleja de lo que podemos imaginar. Aliados, defensores, compañeros de trabajo, familia… lo cierto es que se han adaptado a casi todo durante miles de años, viviendo y muriendo junto a nosotros. En el año 1901, una excavación en la cámara funeraria de Cuween Hill descubrió los cuerpos de ocho humanos, y 24 calaveras de perros ritualmente enterrados. La organización Historic Environment Scotland solicitó la reconstrucción forense de una de esas calaveras, y un par de días atrás compartieron el resultado.

¿Cómo eran las mascotas en el pasado? ¿Qué tan estrecha era la relación con sus dueños? Sabemos que nuestro deseo de fotografiar, disfrazar y adorar a los gatos sin una razón en particular se remonta como mínimo a principios del siglo XX, pero me refiero a épocas más remotas. En el caso específico de los perros, su utilidad como pastores, cazadores y protectores ha sido (y aún es) incuestionable. Sin embargo, también existen muestras contundentes de que algunos perros eran parte de la familia, y que incluso poseían un valor simbólico mucho más poderoso. Eso nos traslada a la cámara funeraria de Cuween Hill en las Islas Orcadas (Escocia). Una excavación del año 1901 descubrió allí un total de ocho cuerpos humanos, y 24 calaveras de perros, lo cual sugiere que existió una relación muy especial allí. En un intento por saber más, la organización Historic Environment Scotland solicitó la reconstrucción forense de un cráneo canino.


«El tamaño de un Collie grande con razgos de lobo gris», según los expertos

El proceso comenzó con la creación de un modelo digital. El Servicio de Diagnóstico por Imágenes de la Escuela de Estudios Veterinarios de la Universidad de Edimburgo realizó una tomografía computarizada sobre el cráneo, dando lugar a una impresión en 3D. A partir de esa estructura, la artista forense Amy Thornton desarrolló músculos, piel y cabellos, aplicando las mismas técnicas que utilizaría en una cabeza humana. Por supuesto, esto crea nuevos desafíos, porque la disponibilidad de datos sobre profundidad muscular es más escasa en caninos que en humanos. La sugerencia principal de los expertos fue que la escultura posea un pelaje similar al del lobo gris europeo. Hoy podemos disfrutar del resultado final, mientras que la calavera original regresó a la colección de los Museos Nacionales de Escocia.



Ahora… ¿qué perro es? La hipótesis sugiere características de Collie y lobo gris, aunque no existe un pariente moderno para realizar una comparación más firme. En otras palabras, la reconstrucción es lo mejor que nos puede ofrecer la ciencia en estos momentos, con una cierta dosis de libertad artística. De todas maneras, creo que quedó bastante bien. ¿Qué piensas?


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Escrito por Lisandro Pardo

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