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La ciudad voladora de Alexander Weygers

Alexander Weygers (1901 – 1989) desarrolló una serie de propuestas tecnoartísticas que hicieron de él alguien admirado en su época. Entre sus proyectos se encuentran desde un vehículo semejante a un platillo volador, hasta una versión aérea de la cuidad de San Francisco. Los periódicos de la época lo apodaban “el Leonardo da Vinci del siglo XX” y, aunque quizás eso haya sido un poco exagerado, lo cierto es que sus diseños fueron lo suficientemente interesantes como para no merecer el olvido en el que se encuentra sumergido. Señoras y señores, con ustedes la obra del genial Alexander Weygers.

Es indudable que algunos ingenieros o artistas suelen sobresalir en su área de interés gracias a lo atrevido o adelantado de sus proyectos. Este es -sin dudas- el caso de Alexander Weygers, un polifacético pintor, escultor, filósofo, inventor, ingeniero, escritor y editor estadounidense que nació en 1901. La adolescencia de Weygers transcurrió en un mundo en el que cada día se inventaba o popularizaba alguna clase de máquina destinada a cambiar la forma en que funcionaria el mundo, y no hay dudas que ese torbellino de novedades influyó en el desarrollo de sus ideas. Extrañamente, y a pesar de lo interesante que resultan muchos de sus trabajos, Weygers ha sido prácticamente olvidado, y sus geniales diseños solo pueden encontrarse en un puñado de museos.

Weygers nació en Indonesia, fruto de la unión de una pareja de holandeses. Luego de obtener su título de ingeniero, dejó atrás su país de origen y viajó al otro lado del océano. A los 30 años se instaló en los Estados Unidos, aunque regresó varias veces a su Indonesia natal. Fue uno de los millones de soldados que participaron de la Segunda Guerra Mundial, a lo largo de la cual formó parte de varias operaciones de inteligencia para el ejército de los Estados Unidos. La muerte de su esposa produjo un descalabro en su vida, y prácticamente abandonó sus labores como ingeniero para dedicarse al arte. Sin embargo, su formación técnica marcó permanentemente su obra, como puedes apreciar en las imágenes que acompañan este texto.

Una de las obsesiones de este ingeniero eran los vehículos voladores. Las expresiones “platillo volante” o “plato volador”, hoy reemplazada por “OVNI” eran -hace 60 o 70 años- utilizadas para nombrar a cualquier cosa que volase y no se conociese su origen. En este contexto fue que Alexander Weygers comenzó a elaborar sus diseños, que integraban de forma armónica lo artístico con la tecnología.

Una de las obsesiones de este ingeniero eran los vehículos voladores.

El primero de sus “inventos” fue un aparato volador, obviamente con forma de platillo, al que incluso logró patentar (patente estadounidense número 2.377.835) en el año 1944. Viendo los dibujos que acompañan al texto de la patente hoy parece poco probable que  esa maquina pudiese volar, pero lo cierto es que el diseño de ese aparato disparó la inventiva de Weygers y se convirtió en la piedra fundamental sobre la que edificaría el resto de su obra.

En efecto, este aparato volador, al que Weygers llamó discóptero (discopter), fue el modelo en el que baso su proyecto artístico más ambicioso: una ciudad voladora. Extrapolando los principios básicos empleados en su helicóptero -grandes turbinas montadas en forma horizontal, la forma circular del fuselaje y los planos destinados a proporcionar el sistema de dirección- el ingeniero imaginó algo mucho más grande, hecho que le valió el mote con el que lo referían algunos periódicos: “el Leonardo da Vinci del siglo XX”. Tal vez exagerado, pero de ninguna manera inadecuado.

La cuidad de San Francisco, volando sobre el rio.

Weygers imaginó un futuro en el que la cuidad de San Francisco completa volaba a cientos de metros de altura. Motores y hélices similares a los empleados en sus discópteros debían bastar para mantener una ciudad de ese tamaño en el aire. Los habitantes, suponemos que ninguno padecería de vértigo, accedían a sus casas volando en versiones “familiares” de sus platillos volantes. Aunque su obra es solo artística, los planos y dibujos de la ciudad tienen un indiscutible “toque” técnico.

En esa época todo parecía posible, y se creía que cualquier cosa que alguien pudiese imaginar sería construida tarde o temprano. Weygers no fue ajeno a esa tendencia, y supuso que una ciudad que no ocupase terreno, que permaneciese volando entre las nubes, era algo que en el futuro sería viable. Obviamente, no fue así. El inventor del  discóptero falleció en 1989. Es considerado uno de los pioneros del reciclaje, y hoy muy poca gente se acuerda de él o sus inventos.

Escrito por Ariel Palazzesi

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