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La verdadera crisis

No hay boca que no hable sobre la crisis. Todo el mundo sabe que nos encontramos inmersos en una etapa de grandes dificultades pero los expertos lo achacan a un cambio de ciclo económico que pronto volverá a su teórico lugar inicial. Sin embargo, otras voces, igualmente expertas, comienzan a alertarnos que bajo la capa financiera se esconde una crisis mucha más profunda, más peligrosa y, sobre todo, irreversible si no ponemos remedio a tiempo.

El mensaje habitual para resolver de un plumazo los cuestionamientos sobre la crisis lo conoce todo el mundo: se trata de un desajuste financiero por culpa de la burbuja inmobiliaria. Eso nos dicen los economistas que aparecen en televisión. También lo escriben los sesudos expertos de las empresas de análisis financieros que se ganan la vida con este tipo de estudios. La radio nos bombardea con debates entre especialistas que parece que lo saben todo sobre todas las cosas. No hay duda: la culpa la tienen los bancos por empujar a la gente a vivir por encima de sus posibilidades. Sin embargo, existen otras voces que empiezan a hablar de algo mucho peor. Opinan que nos encontramos ante una crisis ecológica de dimensiones planetarias. Creen que cabalgamos a todo galope hacia una agotamiento de recursos en un planeta ahogado que no puede proporcionar suficientes bienes a una sociedad voraz que no cesa de exigirle más y más. El modelo actual de crecer y gastar, usar y tirar, explotar y contaminar puede que esté llegando a su fin.

"Aunque tengamos la mirada puesta en la debacle de los mercados financieros, la convulsión que estamos experimentando denota mayor hondura, remitiéndonos a los modos de producir, consumir y vivir hoy predominantes en el planeta", afirma Santiago Álvarez, catedrático de Economía Internacional y Desarrollo y director del Centro de Investigaciones para la Paz, en el último número de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global. Apoyando estas palabras, el prestigioso economista estadounidense Jeremy Rifkin, dispara sin compasión contra el método de producir al que se refiere Álvarez. El experto piensa que el modelo generado en la gran revolución industrial, basada en el petróleo, el automóvil y la centralización de la electricidad llegó a su colapso a finales del siglo XX, pero los últimos estertores de la etapa fueron alargados artificialmente por los bancos, con sus préstamos y sus condiciones de pago cada vez a más largo plazo.

Pero Rifkin no está sólo. Otros expertos de renombre, como Anthony Giddens “han advertido sobre la necesidad de cambiar nuestro estilo de vida señalando que los debates sobre la manera de conseguirlo son ya la preocupación fundamental de la política actual. El premio Nobel de Economía Paul Samuelson ha afirmado que esta debacle es para el capitalismo lo que la caída de la URSS fue para el comunismo”, escribe Álvarez en la revista.

Pone los pelos de punta comprobar que cada vez son más los expertos que comulgan con esta teoría de la crisis. El tema se está debatiendo en múltiples foros y las conclusiones a las que se están llegando indican que nos encontramos ante una situación nueva a la que nunca nos habíamos enfrentado antes. Hace poco, la Fundación Banco Santander organizaba un foro titulado Economía y sostenibilidad donde diversos expertos debatieron sobre lo que la convocatoria definía como triple crisis: del agua, de los alimentos y de la energía. Esto demuestra que el argumento de la sostenibilidad alcanza ámbitos de estudio donde antaño no se les había prestado demasiada atención a nivel general. La ecología se filtra en la filosofía, en la sociología y en la propia economía. Cada vez se concibe menos un desarrollo de la sociedad sin contar con el eje principal de lo ambiental. Fernando Arribas, doctor en Filosofía y profesor de Historia e Instituciones Económicas en la Universidad Rey Juan Carlos asistió como ponente.

"Mientras que el discurso marxista siempre ha considerado que el capitalismo es un sistema en crisis o enfermo desde su propia raíz, el pensamiento liberal-económico entiende las crisis como algo propio del sistema, cíclico y superable. Sea como sea, lo que sí está claro es que hemos llegado a un nivel insostenible en la explotación de los recursos y en la capacidad del planeta de prestar servicios ambientales", concluyó Arribas. Las personas tenemos capacidad de decidir de modo adecuado, pero según arribas, cuando se trata de tomar decisiones colectivamente solemos equivocarnos. Si persistimos en mantener la sociedad consumista en que nos hallamos inmersos, nuestro destino nos espera en el fondo de un abismo.

La economía posee tal poder anestésico que deja aletargadas las conciencias y las despoja de capacidad crítica. Hasta hace poco, no se consideraba importante la ecología dentro de las tesis liberales. No tenían en cuenta que la base de la economía real se sustenta sobre los recursos limitados de un planeta finito. La insistencia permanente en aprovechar esas riquezas con fecha de caducidad no puede devenir más que en la crónica de una muerte anunciada para la sociedad del bienestar. Ya estamos sintiendo el aliento de la bestia tras la nuca. Y ahora comienzan los demás expertos a dar la razón a aquellos que advertían que la ecología no se puede separar de la propia economía pues estamos ligados a ella de modo inexorable. A este nuevo y necesario enfoque se le llama “economía ecológica”. El profesor Óscar Carpintero, experto en Bioeconomía, opina: "Crisis económica, sí, pero también ecológica y social. Necesitamos acometer profundos cambios en los enfoques con que analizamos las relaciones entre la economía, la naturaleza y la sociedad, en el modelo de producción y consumo de la civilización industrial y en sus reglas de juego".

Por otro lado, existen enormes potencias emergentes como China, India o Rusia que tratan desesperadamente de parecerse a los continentes occidentales. Sus índices de crecimiento superan con mucho los que poseen los países más industrializados. Al ese ritmo, el caos ecológico no tardará en producirse. Y no se trata de escatimarles la posibilidad de un bienestar a sus habitantes, pero todos deberían acometer con idéntica intensidad la intención de convertirse en sistemas sostenibles. Y,  a día de hoy, no parecen tenerlo muy en cuenta. En los países avanzados tampoco es que se perciban grandes avances pero, al menos, se ven esperanzadores atisbos.

¿Cómo solucionamos esto si se trata de una crisis ecológica? Los expertos proponen: incluir los servicios que presta el medio ambiente en las cuentas económicas, que no suelen reflejarlos. Entender que el PIB no mide el bienestar, sino el flujo de bienes y servicios. Apostar por el decrecimiento, por la calidad frente a la cantidad. Diseñar un sistema productivo que respete los ciclos naturales de renovación de materiales y energía y vaya hacia el residuo cero. En definitiva, quizá el único modo de salir del pozo donde nos estamos metiendo sea recurrir a cierto nivel de tecnocracia. Que aprovechemos la tecnología y dirijamos todos nuestros esfuerzos a diseñar y poner en marcha un sistema social sostenible dominado por la ecología y no por el dinero. Tenemos que generar una conciencia planetaria que tenga en cuenta que los recursos son limitados y que aunque debamos privarnos de algunas cosas, podemos rentabilizarlas con un nuevo modo de vivir en armonía con nuestro entorno.

Si este tipo de noticias las anuncia un hippie con flores en la oreja, chanclas estilo Jesucristo y perteneciendo a Greenpeace, nadie le presta atención. Todo lo más, alguna increpación para que no se ponga tan pesado. Sin embargo, cuando lo afirman señores encorbatados, titulares de importantes cátedras y que escriben libros gordos de economía la cosa se pone más seria ¿no es cierto?. Pues bien, ya los tenemos aquí también. No podemos ignorar el mensaje por más tiempo. El proceso de cambio no resultará fácil, pero si nos sentamos a verlas venir y sin poner nada de nuestra parte, el guantazo planetario que nos va a caer puede dejarnos la cara del revés. De hecho, esta crisis bien puede significar la primera torta por ser tan miserables con nuestro medio ambiente. Expoliamos, saqueamos, aprovechamos y exprimimos todo lo que se nos pone a nuestro alcance. La sociedad consumista del siglo XXI está dejando exhausto al planeta. Si no cambiamos nuestra manera de comportarnos, pronto comprobaremos el coste de nuestra desidia y nuestra avaricia. El golpe de la crisis presente ha dolido ¿verdad? Pues espérate. Esto apenas puede considerarse una caricia comparado con el palizón que nos aguarda detrás de la puerta.

Escrito por imported_Kir

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