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¿Podremos enviar el dióxido de carbono al espacio?

El número de The Economist aparecido esta semana contiene un interesante artículo sobre una propuesta de Alfred Y. Wong, quien se desempeña como profesor de física y director del laboratorio de física de plasma en la universidad de California, Los Ángeles. Wong asegura saber cómo hacer para librar la Tierra de las emisiones del dióxido de carbono. De funcionar, esta idea podría evitar gran parte de las catástrofes asociadas al calentamiento global.

Wong propone un dispositivo, que construido en el ártico podría aprovechar el campo magnético de la tierra para expeler esas emisiones al espacio exterior. La Antártida y el ártico son los únicos sitios del planeta sobre el cual el cielo se abre al espacio. Allí, las partículas del sol que atraviesan fácilmente al atmosfera podrían aportar sus gigawatts de energía para disminuir la concentración de gases invernadero expeliéndolos hacia el espacio.

La idea de Wong se basa fundamentalmente en dos hechos centrales. Por un lado, algunas moléculas de dióxido de carbono forman iones cargados negativamente al combinarse con electrones sueltos de la atmosfera. Por otro, existe un campo eléctrico vertical, constante e importante, que hace que los iones negativos asciendan hacia la parte superior de la atmosfera.

Este proceso, aunque en un principio es bastante lento, alcanza para que después de unos días los iones estén a alturas superiores a los 125 kilómetros, donde el aire esta tan rarificado que los iones pueden moverse con independencia de la atmosfera. Tomando estos hechos como base, Wong cree que sería posible hacer que las moléculas de dióxido de carbono abandonen la atmosfera de forma masiva. Para lograrlo hay que lograr ionizar un mayor número e moléculas de CO2, lo que puede ser posible utilizando algún laser.

Antes que sus detractores lo mencionen, Wong asegura que la energía necesaria para activar los láseres sea obtenida de combustibles fósiles, el CO2 emitido seria menor que la cantidad de ese gas que abandonaría la atmosfera.

Una vez en el espacio, los iones seguirían trayectorias dictadas por los cinturones de Van Allen, y se perderían en el espacio. Para algunos, esto sería el equivalente de transformar la Tierra en una gigantesca chimenea que vertería desperdicios en el espacio.

Escrito por Ariel Palazzesi

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