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Premio Nobel de Medicina 2009

Ya se conoce la flamante ganadora del Premio Nobel de medicina del año 2009. Se trata de Elizabeth Blackburn, una investigadora de la University of California, San Francisco (UCSF). La Fundación Nobel le ha otorgado el galardón como reconocimiento a su trabajo sobre los telómeros, unos “trocitos” de ADN que protegen los extremos de los cromosomas. El trabajo de Blackburn puede ser la clave para comprender -y eventualmente modificar- los mecanismos del envejecimiento.

Elizabeth Blackburn, una australiana que nació en Hobart, Tasmania, en 1948, es la nueva ganadora del Premio Nobel de medicina. Blackburn, con la ayuda de Jack Szostak (del Howard Hughes Medical Institute), descubrió que la secuencia única de ADN de los telómeros previene el envejecimiento y degradación de los cromosomas. Parece que cada hebra de ADN posee en sus extremos unas moléculas que funcionan de la misma manera que las puntas plásticas que evitan que los cordones de zapatos se deshilachen. Este descubrimiento puede ser la clave para evitar que cada vez que una célula se reproduce se degrade ligeramente y -más tarde o más temprano- termine siendo inviable.

Además, en un trabajo realizado junto a Carol Greider, del Johns Hopkins University,  Blackburn encontró una enzima llamada telomerasa, que tiene la función de ayudar a formar el ADN de los telómeros. Elizabeth comparte el galardón y el premio de aproximadamente un millón de euros (1.4 millones dólares) con sus dos colaboradores. Los especialistas aseguran que el trabajo de esta mujer tendrá varias aplicaciones prácticas, cuyos resultados veremos en las próximas décadas. Sus investigaciones son útiles a la hora de encontrar nuevas terapias para curar el cáncer, o a entender la forma en que las células madre -uno de los más prometedores campos de la medicina- pueden hacer su magia. Pero, sin dudas, el más importante avance derivado de estos descubrimientos se relacionará con la comprensión cabal del proceso de envejecimiento.

Blackburn, entre otras cosas, descubrió que la edad de las personas (y en alguna medida, el estrés al que han sido sometidas) contribuye a que los telómeros se acorten. Esto produce una degeneración celular que -además de arrugas, canas y dolores de espalda- determina el momento en que nuestro organismo morirá. Conocer exactamente la forma en que funciona este mecanismo, hace posible soñar con alguna clase de tratamiento que evite este deterioro, proporcionándonos mejores y más largas vidas.

Escrito por Ariel Palazzesi

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