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¿Qué pasó con el futuro del pasado?

Ciudades espaciales, la conquista de Marte, coches voladores, energía barata, hogares en el cielo… a la hora de hablar sobre el futuro, el pasado no se guardó ni una sola palabra. El futuro iba a ser mágico, maravilloso, con la ciencia y la tecnología superando a cada barrera que se colocara en el camino de la especie. Estamos en 2012, más de una década dentro del entonces venerado “Siglo XXI”, en el cual se habían depositado todas las metas, todas las esperanzas.

Seguimos quemando carbón y petróleo, usamos medios de transporte ineficientes, hambre, pobreza, enfermedad y desempleo son más fuertes que nunca. Toda idea osada o revolucionaria es rápidamente eliminada por cuestiones de presupuesto. Por lo tanto, si fuera posible hacerle una pregunta al pasado, creo que esa pregunta sería: “¿Qué sucedió?”

Es cierto, tenemos cosas como Internet, que ha acortado distancias y disparado nuestra productividad, podemos diagnosticar y curar enfermedades tan rápido que nos preguntamos cómo puede ser que hayan matado a nuestros abuelos y bisabuelos. Tenemos materiales más fuertes, técnicas de manufactura más avanzadas. Estamos a punto de desafiar a los límites mismos de la miniaturización tecnológica… y aún así necesito preguntar qué pasó.

Todo comenzó con otro número recientemente adquirido de “Mecánica Popular”, edición en español de septiembre de 1957 (se publicó en julio en Estados Unidos). La cubierta anunciaba que tendríamos coches voladores en apenas diez años. ¿Había razones para excitarse? Tal vez en ese momento era apenas una curiosidad, pero pocos días después la raza humana tendría más que razones suficientes para envolverse en excitación, o tal vez, otra clase de sensación. Hagamos memoria: ¿Qué pasó el 4 de octubre de 1957?

“Coches voladores” dijo “Mecánica Popular” en julio de 1957.

La Era Espacial

Así es, amigos: Nacía la Era Espacial, y la Unión Soviética colocaba en órbita al Sputnik. Todo esto cinco días después del “Desastre Kyshtym”. ¿Qué fue eso? Apenas el tercer desastre nuclear más importante de la historia (y el más grave en ese momento), después de Chernobyl y Fukushima. La CIA supo del accidente, pero al igual que los rusos decidió mantenerlo en secreto para no afectar la percepción sobre la tecnología nuclear en los Estados Unidos. El gobierno estadounidense dijo que el lanzamiento de Sputnik no fue una sorpresa, algo extremadamente difícil de creer cuando en 1958 se crean tanto DARPA (ARPA en ese entonces) como NASA, ambas con una diferencia de solamente cinco meses.

Entonces, alguien simplemente se puso a hacer cáculos. La Unión Soviética detonó su primera bomba termonuclear de dos fases en 1955, por lo que tenían la tecnología. El Sputnik fue lanzado usando un R-7, el primer misil balístico intercontinental. Si podían colocar en órbita a una bola brillante de más de 80 kilogramos, ¿cuánto tiempo necesitarían para hacer que las bombas “llovieran”? No estoy exagerando aquí, Occidente estaba atrapado en una nebulosa de histeria, la cual se convirtió en un mar con todos al borde del ahogo cuando el Vanguard TV3 (el primer intento de Estados Unidos en colocar un satélite en órbita) explotó como un petardo en diciembre de 1957. Fue bautizado por la prensa como “Flopnik”, o como prefiero personalmente, “Kaputnik”.

Menos de doce años después del Sputnik, el hombre llegaba a la Luna. Entonces, cuando escuches que el miedo puede ser un motivador muy poderoso, no debes olvidar este pequeño resumen que acabo de presentar. Dos de las agencias más apreciadas en la actualidad por sus logros y contribuciones como son DARPA y NASA no nacieron con el objetivo de elevar la calidad de vida de la humanidad y de llevarnos a desafiar fronteras inexploradas, sino que nacieron del pavor. Del pavor que provocó el hecho de que el primer representante físico de toda la especie en el espacio exterior, fuera comunista.

El hombre llegó a la Luna, Occidente había ganado. ¿Qué quedaba por hacer? ¡Seguir avanzando! La Luna era nuestra vecina, lo más cercano que teníamos. Venus no era muy amigable que digamos, algo que confirmó la sonda Mariner 2 en 1962, pero la NASA pensó en mandar un vuelo tripulado en el ‘73, con astronautas que pasarían más de un año en el espacio. Tendríamos colonias orbitales antes del fin de siglo, y la Unión Soviética se había puesto como objetivo conquistar Marte y “vengar” la llegada estadounidense a la Luna. ¿Qué pasó? La economía pasó. La política pasó.

El programa Apollo costó 25,400 millones de dólares en 1973, algo que en dólares actuales superaría los 130 mil millones. No me malinterpreten, por favor: Apollo se quedó sin los viajes 18, 19 y 20, aunque en esa década se lanzó el Skylab, y la cancelación de los viajes Apollo también dio pie al desarrollo del Transbordador Espacial. Pero el mundo estaba pensando en otras cosas. Dinero y petróleo, más específicamente. Bretton Woods volaba por los aires, el precio del oro negro se disparaba en el ‘73, y lo mismo sucedería en el ‘79. Pero allí estamos en ese aprieto nuevamente. Ante una crisis, ante el miedo, surgieron alternativas.

Las energías renovables

La tecnología orientada a energías renovables ganó tracción. Menor dependencia del petróleo era de hecho el objetivo, y no una simple idea. Energía solar, energía eólica, desarrollos en el aumento de la eficiencia. El gobierno israelí instaló el requerimiento de calentadores de agua basados en energía solar para todos los hogares, los cuales son usados hoy. La frase de ventas preferida de prácticamente todos los coches de la época era “consume menos combustible”, y los fabricantes debían hacer honor a eso. Todo para que ese entusiasmo vuelva a enfriarse… apenas un año después. Veinte años de precios en picada terminaron de cementar la supremacía absoluta del petróleo en el final del Siglo XX.

¿Y el espacio? ¿Qué se puede agregar del espacio? Hubo lugar para la esperanza en 1975 con el Apollo-Soyuz. En 1981 nacía el programa del Transbordador Espacial, y la idea de un “taxi espacial” no era tan loca. Cosas como “Star Wars” y “Star Trek” podían parecer absurdas científicamente, pero estimulaban la mente de jóvenes, adultos y gobiernos (no olviden a la SDI) por igual… hasta que el Challenger explotó, y “espacio” se volvió una mala palabra.

Los héroes de la década del ‘60 eran villanos a mediados de los ‘80. La Comisión Rogers destripó a la NASA con una motosierra. 32 meses sin transbordadores. Casi nos quedamos sin Telescopio Espacial Hubble por el Challenger. Una maestra muerta en vivo por la pantalla de CNN pudo más que las protestas sobre presupuesto de cualquier político. Como contraste, los rusos colocaban en órbita a la estación Mir, y allí permanecería por los próximos quince años.

Sé que algunos no estarán de acuerdo con esto, pero hoy la exploración espacial está en el limbo. La Estación Espacial Internacional tiene fondos hasta el año 2020, pero nadie sabe qué puede pasar antes de ese año. Ya no hay transbordadores. No volveremos a la Luna. El Telescopio James Webb estuvo al borde de la cancelación en noviembre pasado, y con un poco de suerte (además de ocho mil millones de dólares), lo veremos funcionando en 2018.

Quisiera hacer una pequeña pausa en mi evidente y a la vez inevitable tendencia espacial, y destacar algunas otras cosas que fueron prometidas, o anunciadas con bombos y platillos, y aún así nunca han llegado. Lamentablemente hay una importante cantidad de ejemplos. ¿Qué tal el Rockwell X-30? “De Washington a Tokio en dos horas”, dijo Ronald Reagan en 1986. Algo así hubiera revolucionado el transporte a escala global, y terminó muerto en 1993 por falta de presupuesto.

¿O el Ford Nucleon, tal vez? Un coche propulsado a energía nuclear puede parecer algo extremo, pero que alguien ya haya pensado en deshacerse del petróleo en 1958… ¿por qué no seguir? Los coches eléctricos llevan más tiempo entre nosotros de lo que pensamos, y es ahora cuando los estamos viendo más frecuentemente, ¿pero qué hubiera pasado si alguien hubiese continuado la idea del Ford Nucleon? Con 40 años de desarrollo a favor, ¿tendríamos que haber esperado hasta 1996 para ver algo como el EV1, enterrado y aplastado por su propio creador?

Sigamos soñando un poco. El Túnel Transatlántico. 150 mil millones de dólares estimados en 2004, y aunque sea un proyecto de treinta o cuarenta años, no veo a nadie trabajando en los detalles técnicos necesarios. En un tono más serio, la erradicación de las enfermedades, la cura para el SIDA. El CDC estadounidense reconoció oficialmente a la enfermedad en 1981. Hace 31 años que estamos tratando de matar a ese virus. ¿Es realmente tan duro? ¿Vamos a poder curar la enfermedad? ¿O acaso las siempre presentes conspiraciones al respecto tienen más fundamento del que pensábamos?

El asombroso paleofuturo

Hace algunos años, Max publicó un artículo que parte de una idea similar a este, aunque no es tan crítico como lo estoy siendo yo ahora. Menciona al sitio “Paleofuture”, del cual dejaré un enlace más abajo, y ver las ideas que tenían en el pasado me fascina, pero al mismo tiempo me entristece un poco. Algunas de ellas dan bastante cerca al blanco, como la “biblioteca única para todo el mundo” del libro “World of Tomorrow: School, Work and Play” de Neil Ardley, pero otras… viajes a la Luna en ocho horas, la extinción del hambre con verduras gigantes, control total del clima, ciudades subterráneas, aviones, dirigibles y helicópteros reemplazando por completo a los coches… el ser humano parece tener un arte para la exageración, con la excepción de que muy de vez en cuando, las exageraciones se convierten en realidad. O tal vez, ¿sólo era que usábamos más la imaginación?

Probablemente sea injusto, y estoy seguro de que aquellos lectores que no compartan esta idea me lo harán saber (los comentarios están abiertos para todos), pero debo decir que el “futuro” tal y como trató de enseñármelo el pasado, me ha decepcionado un poco. Ya no hay enemigo a vencer, se estudian los costos antes que las metas. Los gobiernos piensan en perpetuarse en el poder, en salvar bancos y en evitar quiebras.

Nosotros mismos encontramos excitantes a cosas como el lanzamiento de un gadget. Seguimos haciendo agujeros en el suelo porque las energías alternativas “son caras”. Pero Fukushima explotó, y de repente más de medio mundo es “anti-nuclear” otra vez, como lo fue durante Three Mile Island y Chernobyl. Entonces es el miedo quien vuelve a escena. Tal vez con la memoria fresca en relación a accidentes nucleares, los avances en energías alternativas se hagan tangibles. Tal vez alguien tenga un poco más de entrepierna, cierre el puño y decida ir más allá de los costos.

Por eso es que guardo esperanza. Porque cuando la voluntad propia no parece ser suficiente, el miedo y la necesidad nos dan esas dos bofetadas que nos hacen reaccionar. Con tristeza, debo admitir que el miedo y la necesidad suelen cobrar el precio más alto, y es el de vidas humanas, pero son dos motivadores efectivos, y dos maestros implacables. Para cerrar, quisiera compartir un vídeo que sirvió de inspiración para este texto. Escuchen al astrofísico Neil deGrasse Tyson hablar sobre los problemas de presupuesto de NASA, sobre la necesidad de seguir adelante, y sobre cómo hemos dejado de soñar. No es tarde…

Escrito por Lisandro Pardo

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