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Reactores nucleares portátiles: Una idea de la Guerra Fría que busca regresar

Desastres ambientales, conflictos políticos… la lista sigue

Reactores nucleares portátiles

El problema es la energía. No importa el tamaño o la complejidad de un proyecto, la disponibilidad de energía puede sostenerlo en el tiempo, o provocar su cancelación antes de que abandone el tablero de dibujo. Necesitamos energía abundante, fácil de generar, y en muchos casos, móvil. El Ejército de los Estados Unidos experimentó con reactores nucleares portátiles en los años ’60, y aunque causaron más problemas de los que solucionaron, ya se está explorando la posibilidad de que regresen con nueva tecnología…


La base de investigación estadounidense conocida como Camp Century operó entre 1959 y 1967. Ubicada a 240 kilómetros al este de la Base Aérea de Thule en Groenlandia, su objetivo real fue servir como prototipo o prueba piloto para el programa Project Iceworm, que buscaba desarrollar una red de sitios de lanzamientos nucleares capaz de resistir a una situación de «primer ataque» y alcanzar blancos especiales en la Unión Soviética. A nivel público, Camp Century no era más que una demo para la exploración de técnicas de construcción en el hielo ártico… y la detección de potenciales inconvenientes en el uso de energía nuclear: Así es: Camp Century tenía un reactor.


Reactores nucleares portátiles: Uranio en el hielo

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El reactor PM-2A con sus principales elementos (U.S. Army Corps of Engineers)

El reactor, bautizado PM-2A, fue construido por la American Locomotive Company para el Ejército de los Estados Unidos. Muchas fuentes citan al PM-2A como el primer reactor nuclear portátil del mundo… siempre y cuando ignoremos sus 330 toneladas. En realidad, el PM-2A garantizaba su portabilidad con piezas modulares que permitían su transporte en un Hércules C-130. El equipo del ejército tardó 77 días en ensamblar al reactor (su construcción total demandó 18 meses), insertando apenas 44 libras (menos de 20 kilogramos) de uranio-235 en su corazón.


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El panel de control de PM-2A (W. Robert Moore/NatGeo/Getty)

Una vez que alcanzó criticidad, los expertos confirmaron de inmediato que PM-2A iba a ser problemático. La fuga de neutrones obligó a parar el reactor, y construir blindaje adicional basado en escudos de plomo y paredes hechas con barriles de 200 litros llenos de hielo y aserrín para proteger a los operadores. Aún así, eso estaba lejos de ser una solución adecuada.


Neutrones para mí, para ti, para todos

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El recipiente del reactor PM-2A (W. Robert Moore/NatGeo/Getty)

PM-2A funcionó por dos años. El argumento de sus defensores no era tan débil que digamos: 20 kilogramos de uranio reemplazaron a casi cuatro millones de litros de diésel que debían ser transportados y consumidos en la base. Sin embargo, en 1964 se ordenó que fuera desmantelado. La fuga de neutrones contaminó todo, desde los rastros de sodio en la nieve hasta las tuberías de metal. El oficial a cargo del proceso, Joseph Franklin, quedó expuesto por dos minutos a un campo estimado en 2.000 rads por hora. En 2002, Franklin perdió su próstata, y uno de sus riñones. En 2015, el cáncer había llegado a sus huesos y pulmones. Falleció en marzo de 2017.


Joseph Franklin (der.) con piezas de PM-2A de regreso en Thule (U.S. Army)

PM-2A era el tercer reactor de un grupo de ocho unidades portátiles que fueron construidas para el Ejército. PM-3A terminó en McMurdo (Antártida), y con 438 fallas en 10 años, hizo un desastre que sus responsables debieron limpiar de principio a fin. SL-1 explotó y mató a tres hombres. ML-1 tenía múltiples problemas en su diseño, jamás superó el 50 por ciento de la potencia calculada, y sólo acumuló cientos de horas en pruebas.


«Project Pele»

En camiones, trenes o aviones. El Departamento de Defensa quiere micro-reactores. (US Government Accountability Office)

Estados Unidos y Dinamarca aún tienen que resolver tensiones y negociar responsabilidades por la contaminación existente en Camp Century, pero a pesar de un récord relativamente pobre, el concepto de reactores nucleares portátiles busca regresar bajo el denominado Project Pele del Departamento de Defensa. Tres compañías recibieron contratos por una suma total de 40 millones de dólares, y se espera que una de ellas sea seleccionada en 2022 para la construcción del primer prototipo.

Sin embargo, las dudas se multiplican. Por un lado, el consumo de combustible líquido de las fuerzas armadas estadounidenses equivale al de un país como Portugal. Reducir las misiones de suministro de combustible con reactores instalados en bases remotas suena tentador para el Pentágono. Y por el otro, ¿qué tan razonable es exponer reactores nucleares a fuego enemigo? Aún peor: ¿Qué sucedería si uno de esos reactores portátiles cayera en manos de terroristas…?


Fuentes: Atlas Obscura, Physics Today

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Escrito por Lisandro Pardo

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