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Sin humanos, la Tierra florecería.

La llegada del apocalipsis se ha anunciado innumerables veces y de todas las formas posibles. Incluso los ecologistas tienen su propia versión del final de los tiempos: un mundo no consumido por el “fuego santo” sino devuelto al equilibrio ecológico mediante el “retiro” de la especie más destructora de la historia.

Esa especie, por supuesto, somos nosotros. 6.000 millones de seres humanos contaminando la superficie del planeta. Son muchos los que creen que estamos condenados a desaparecer, e incluso, algunos grupos ultraecologistas proponen una extinción voluntaria por el bien de la tierra: desde varios sitios web invitan a no tener más niños.

El periodista Alan Weisman ha escrito “El mundo sin nosotros,” considerado por muchos una especie de biblia o un libro de la revelación ecologista. En éste, imagina un mundo sin humanos, algo parecido a la zona de 30 kilómetros que rodea a Chernobyl, el reactor nuclear ruso que generó una nube de vapor radiactivo en 1986. Sin humanos, los bosques han comenzado a reclamar campos y ciudades, sirviendo de hogar a los pájaros, los ciervos salvajes y los alces.

Sin humanos, y suponiendo que el calentamiento global no haya avanzado demasiado, la biosfera recuperaría su equilibrio, diversidad y riqueza. Al contrario de la popular creencia de que las cucarachas asumirían el control del planeta, los insectos tropicales no sobrevivirían su primer invierno sin la calefacción central de los humanos. Las ratas y los perros nos extrañarían bastante, ya que viven de nuestros desperdicios y de nuestra protección contra depredadores más grandes. Los felinos salvajes estarían contentos, tendrían gran cantidad de pájaros para comer. Los elefantes reconquistaría África, y los océanos se llenarían de peces.

Cuando Weisman comenzó a escribir este libro, tenía algunas dudas sobre la aceptación de sus ideas. Podría darse el caso de que fuese el único que pensaba de esa manera. Sin embargo, al conversar con sus conocidos, descubrió que cuatro de cada cinco consultados encontraban que la idea detrás del libro era maravillosa.

Waiman está convencido de que nos dirigimos de manera inexorable hacia la destrucción. Entonces propone, ante lo inevitable, al menos no destruir la tierra junto con nosotros. Una de las ideas propuestas es llegar a una situación de compromiso, limitando el número de hijos por pareja a solo uno. Esto permitiría legar un planeta en mejores condiciones.

Weisman tiene 60 años y tuvo solo una hija, que falleció hace tiempo. Tiene la esperanza que de adoptar algunas de las medidas propuestas, la población mundial se estabilice alrededor de los 1.600 millones de humanos, aproximadamente el número habitantes de 1900.

Más allá de no compartir la visión apocalíptica de Weisman, la idea de limitar la tasa de crecimiento mundial podría ser uno de los factores (junto a la reducción de la contaminación) que nos permitirían salvar el planeta. No solo para los ciervos y elefantes, sino también para los humanos.

Escrito por Ariel Palazzesi

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