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Cerebro fosilizado de 300 millones de años

Científicos franceses y estadounidense anunciaron el descubrimiento de un cerebro fosilizado de un pez emparentado con los tiburones y rayas. Tiene una antigüedad de unos 300 millones de años,  y puede despejar algunas dudas sobre la evolución de estas especies. El hallazgo es muy inusual, dado que los tejidos blandos rara vez se fosilizan.

En líneas generales, los hallazgos de restos fósiles consisten en piezas óseas. Es que el proceso de mineralización, que lentamente reemplaza los tejidos orgánicos por minerales, funciona mucho mejor con huesos que con otros órganos. Esto es así por que habitualmente los tejidos blandos se descomponen muy rápidamente, impidiendo la fosilización. En algunos casos se han hallado piezas excepcionalmente conservadas en las que pueden verse trazas de músculos o piel, pero los científicos muy pocas veces se han topado con tejido cerebral fosilizado.

En esta oportunidad, los investigadores se encontraron con los restos fósiles de un pez que vivió hace 300 millones de años, y que al morir sus restos terminaron apresados en unas rocas. En la actualidad, esa zona forma parte de de Kansas (EE.UU.) y se ha convertido en un yacimiento muy conocido y estudiado durante años. A pesar de la gran cantidad de fósiles extraídos de ese lugar, los científicos a cargo de las excavaciones nunca se habían encontrado con un cráneo que conservase un cerebro en su interior. Los restos pertenecen a un “Iniopteryx”, un familiar ya extinguido de los tiburones actuales que no medía más de cincuenta centímetros de largo.

"Se trata de un caso excepcional de mineralización de tejido blando del cerebro, seguramente debido a una fosfatación post mórtem inducida por microbios", afirman los autores del hallazgo. Las condiciones medioambientales (una gran concentración de fosfato cálcico) junto a la falta de oxígeno en el interior de la estructura del cráneo del Iniopteryx muerto pueden haber colaborado para que los ácidos grasos del cerebro generasen una caída en el pH que también ayudó en la fosilización, explican los expertos

El extinto pez  vivía en aguas marinas fangosas. Para analizar el interior del cráneo fosilizado, se utilizaron técnicas de radiación sincrotrón, que permiten obtener imágenes sin necesidad de destruir las muestras. Se trata de una técnica relativamente nueva y que ha dado excelentes resultados en este caso. Alan Pradel, del Museo Nacional de Historia Natural (París), tomó la decisión de utilizar los haces de rayos X generados en el gran sincrotrón europeo de Grenoble (ESRF), por ser una técnica no destructiva. En las imágenes obtenidas puede verse una estructura cuya densidad,  composición y forma (un objeto simétrico y alargado) que se corresponde con la posición que tendría el cerebro dentro de la cabeza. La reconstrucción tridimensional muestra un cerebro hecho de piedra, en el que pueden verse incluso partes diferenciadas, como el cerebelo, médula espinal y lóbulos. El lóbulo frontal, tal vez demasiado delgado y frágil como para mineralizarse y convertirse en fósil, ha desaparecido.

El ejemplar se conserva en el Museo de Historia Natural de la Universidad de Kansas, y llama la atención porque conserva intactas sus tres dimensiones. Esto no ocurre a menudo, por que las presiones ejercidas por las rocas generalmente aplastan los restos convirtiéndolos en una “versión 2D” del organismo original. Los investigadores, pertenecientes al National Museum of Natural History de Paris y al American Museum of Natural History de New York, publicaron su descubrimiento y análisis en la revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias de EE.UU.

El cerebro de este viejo pez tendrá una gran importancia a la hora de determinar con precisión algunos detalles desconocidos de su anatomía, como así también conocer cuál fue su papel exacto en la transición evolutiva.

Escrito por Ariel Palazzesi

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