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Tecnologías obsoletas: Cinco tecnologías en el olvido

La batalla entre los formatos Blu-ray y HD-DVD fue una de las más duras de los últimos tiempos, pero no fue necesariamente la primera. Esta clase de guerras comerciales no solo son vistas en formatos de almacenamiento, sino que varias empresas dedicadas al hardware, junto con sus respectivos productos, han quedado en el camino después de implacables enfrentamientos. Con la reciente noticia de que Toshiba finalmente adoptará a Blu-ray para crear sus propios reproductores, creemos adecuado dar un repaso a cinco tecnologías que en su momento supieron dar una buena pelea, pero que de una forma un otra terminaron parcial o completamente aniquiladas por la competencia.

La libre competencia es una de las mejores cosas que puede suceder. Dos o más contendientes se disputan un mercado en especial a través de productos cada vez más refinados, y precios que van constantemente hacia abajo. Sin embargo, es muy difícil que se mantenga cierto equilibrio. En la mayoría de los casos, una idea se termina imponiendo sobre la otra, convirtiéndola en un “estándar” por derecho propio. Eso fue lo que sucedió con el Blu-ray, aunque el peso que volcó la balanza a su favor no vino directamente del lado del formato de Sony, sino que se necesitó a un gigante como Warner Bros. para que deshiciera el empate técnico entre los dos formatos. Ahora, Blu-ray impera sobre todo lo que es alta definición, mientras que el HD-DVD pasó a ser un elemento para coleccionistas, con filmes y lectoras disponibles por unos pocos billetes. La informática está repleta de estos casos, y hoy decidimos mencionar algunos que pueden ser conocidos para quienes nos siguen, pero otros pueden resultar ser una verdadera clase de historia.

La tarjeta AdLib

La tarjeta AdLib

Ad Lib era una empresa de origen canadiense dedicada especialmente a la fabricación de tarjetas de sonido. Su tarjeta insignia, la AdLib Music Synthesizer Card, tuvo un comienzo bastante difícil debido a la falta de interés que los desarrolladores de software de aquel entonces, habían demostrado hacia la tarjeta. Tras una presentación exitosa frente a los directivos de la empresa Top Star, la tecnología AdLib llegó a manos de grandes estudios como Sierra On-Line. Así fue como King’s Quest IV se convirtió en el primer juego en soportar a la tarjeta AdLib de forma oficial, lo que colocó al hardware en un ascenso meteórico. Hacia el año 1990, la gente hacía lo imposible por conseguir una de estas tarjetas, hasta que apareció su nemesis: Creative Labs.

La gente de Creative desafió el poder de AdLib con una extraordinaria pieza de hardware que se convertiría en estándar absoluto: La tarjeta Sound Blaster. Además de contar con funciones nunca antes vistas en una tarjeta de audio para ordenadores de escritorio, la Sound Blaster era un ciento por ciento compatible con AdLib. En otras palabras, todo juego que pudiera utilizar la tarjeta AdLib, lograría el mismo resultado con una Sound Blaster. AdLib intentó contrarrestar esto con en lanzamiento de la AdLib Gold, pero los resultados fueron pésimos. La Sound Blaster era más barata, y podía hacer más cosas que la AdLib. La historia termina con AdLib declarándose en bancarrota en mayo de 1992, y hoy en día, cada chip de audio dentro de un ordenador tiene algo relacionado con aquella Sound Blaster que condenó a AdLib para siempre.

El MiniDisc

Una buena tecnología, pero muy cara y poco aceptada

Si bien el MiniDisc de Sony fue creado originalmente como un formato destinado a reemplazar a los viejos cassettes de cinta magnética, lo cierto es que terminó encontrándose con una competencia un poco inesperada. Por un lado, los cassettes continuaron siendo muy apreciados por los consumidores, mientras que la llegada del nuevo Compact Disc (de desarrollo conjunto entre Phillips y Sony) sólo logró complicar las cosas para el MiniDisc.

La calidad de la tecnología en sí era muy buena (poder regrabar un MiniDisc siempre fue muy interesante), y logró tener una muy buena base de usuarios en territorio asiático, pero el resto del mundo le dio la espalda, favoreciendo a otros formatos. Se cree que parte de la responsabilidad por la falta de éxito del MiniDisc fue la poca variedad musical que existía para ese formato, mientras que los costos tanto de los reproductores como de los discos en blanco también hicieron su parte. A pesar de que incorporó muchas mejoras, e incluso existió un formato para almacenamiento de datos en el ordenador, el MiniDisc se vio completamente desplazado por la combinación de CD-ROMs, los archivos mp3, y la aparición de las memorias Flash, las tres cosas con un costo mucho menor al que jamás pudo lograr el MiniDisc. Actualmente es posible encontrar algunos equipos, pero además de mantenerse caros, son considerados una rareza.

K56Flex y X2

El estándar fue más rápido y desactivó el conflicto

Este es el único caso de la lista que culminó en un empate forzado, pero que en su momento mantuvo a los usuarios atentos hasta el último segundo para ver cuál de los dos protocolos quedaría como estándar. En la época en la que las conexiones por teléfono gobernaban al mundo, la velocidad de 33.6k era lo mejor que podíamos lograr a nivel de conectividad, gracias al protocolo V.34. Sin embargo, con los avances en telefonía digital se abrieron las puertas para conexiones aún más rápidas que 33.6k, y allí es en donde aparecen los famosos 56k. En el principio, existían dos protocolos: X2, creado por el entonces gigante de los módems USRobotics, y el K56Flex, de la mano de Rockwell y Lucent. Al X2 se lo conocía por ser un poco más rápido, mientras que el K56Flex era más estable.

Durante un tiempo, los defensores de ambos protocolos intercambiaron ácidos comentarios, pero todo quedó en la nada con la aparición del estándar V.90 por parte de la Unión Internacional de Telecomunicación, más conocida como ITU . El V.90 unificó los protocolos, y fue diseñado de forma tal que los módems podían recibir una actualización de firmware para convertirse en compatibles con el nuevo estándar. Actualmente, los pocos módems telefónicos que pueden hallarse utilizan el protocolo V.92, una versión actualizada del V.90, pero la banda ancha arrojó a los módems telefónicos y sus protocolos en un rincón oscuro lleno de telarañas. Vamos, con lo que pesa la actualización de un antivirus, es imposible mantenerlo actualizado con una clásica conexión “dial-up”.

Los discos Zip de Iomega

Incluso llegó a haber unidades internas

¡Arrrrghh! Pido disculpas por el ataque de ira, pero he vivido en carne propia los sufrimientos que estos “discos”, si es que se los podía llamar así, han causado durante su existencia. Los primeros discos Zip fueron lanzados por Iomega en el año 1994, y aunque el tamaño más popular para estos discos era de 100 MB, al principio se vieron discos de 25 MB. Obviamente, la idea era reemplazar a los discos floppy de tres pulgadas y media, atacando en forma directa el detalle del espacio, con 1.44 MB de un floppy contra 100 MB de un disco Zip promedio.

Sin embargo, el bajo costo de los discos floppy y los crecientes problemas de hardware de los discos Zip los convirtieron en algo muy poco popular. ¿Alguien oyó nombrar el “clic de la muerte”? Era un ruido espantoso, muy similar a cuando un disco duro tiene un problema físico, que indicaba una falla total en la unidad de lectura. Además de no poder utilizar ni un solo disco en la unidad defectuosa, podía arruinar cualquier disco Zip que fuera insertado a los pocos segundos. He sido testigo de uno de los “clics de la muerte”, y créanme, no es nada agradable. Como si los problemas técnicos no fueran suficientes, el creciente tamaño de los discos duros y la reducción de costos en discos ópticos hicieron del Zip algo completamente obsoleto hacia finales de la década de los ’90.

3dfx y sus tarjetas Voodoo

Aún conservo una de estas…

Antes de que Nvidia y ATI decidieran arrancarse los ojos por ver quién tiene la tarjeta de vídeo más poderosa del mercado, el duende verde contaba con otro rival, uno que era muy apreciado por sus consumidores: 3dfx Interactive. Se vieron catapultados a la fama gracias a su espectacular tarjeta dedicada para 3D “Voodoo”, a la cual muchos conocimos como “Monster”, fabricada por Diamond Multimedia. En aquellos tiempos, 3dfx competía contra compañías como Matrox, S3, una ATI mucho más pequeña que la de ahora, y Rendition con sus excelentes tarjetas Verité. Sin embargo, la primer Voodoo era sencillamente insuperable. Luego, vinieron dos tarjetas completamente diferentes: La Voodoo2, una súper-versión de la primer Voodoo con más memoria, más velocidad de reloj, y la introducción de la tecnología SLI, en la que dos tarjetas corrían en paralelo para lograr mayor rendimiento.

La otra tarjeta era la Voodoo Rush, que incorporaba un chip para procesar gráficos en 2D. Mientras que la Voodoo2 fue un éxito rotundo, la Voodoo Rush fue considerada como una de las peores piezas de hardware del momento. Algo similar sucedió con la Voodoo Banshee, que también poseía un chip 2D. Una de las cosas que terminó de arruinar a 3dfx fue la compra de STB Technologies, defendiendo la idea de fabricar sus propias tarjetas. La fusión fue una de las peores que se haya visto, la Voodoo3 resultó ser una tarjeta muy inferior a lo esperado, y Nvidia ya había lanzado su GeForce 256. Cuando 3dfx estuvo lista para regresar a la lucha, ya era demasiado tarde. Su última carta, la Voodoo5 6000, nunca fue puesta en venta debido a un bug en su diseño. A finales del año 2000, 3dfx fue comprada por su rival Nvidia, quien enterró cualquier posibilidad de soporte para las tarjetas Voodoo. Todavía existen algunos fieles a aquellas tarjetas, modificando y creando sus propios controladores.

Podemos seguir nombrando más casos, pero todos tienen básicamente el mismo resultado: Algunos siguen, otros se van. Mientras vemos las escaramuzas entre Intel, AMD y Nvidia, también se pueden apreciar los intercambios de fuego entre Google y Microsoft. No importa en qué rincón de la informática se mire, es probable que siempre se encuentre a dos empresas en conflicto. El truco está en saber cuál de esas dos empresas será la que permanezca en pie.

Escrito por Lisandro Pardo

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