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PEAR, psicoquinesia en Princeton

Uno de los estudios más rigurosos y extensos realizados en occidente sobre la psicoquinesia tuvo lugar en la Universidad de Princeton. Desde 1979 y hasta 2007, Robert Jahn -quien era decano de la Escuela de Ingeniería y Ciencia Aplicada en ese sitio- dirigió un laboratorio encargado de determinar si la mente humana era o no capaz de alterar el mundo físico solamente con el poder del pensamiento. El programa PEAR, iniciado en el marco de la guerra fría, se considera uno de los más rigurosos y a lo largo de 28 años se efectuaron 1.7 millones de experimentos. Pero ¿cuales fueron sus resultados?

Se sabe que al menos la mitad de los habitantes de los Estados Unidos cree en cuestiones como la percepción extrasensorial (la habilidad de adquirir información por medios diferentes a los sentidos conocidos) o la psicoquinesia (la capacidad de la mente para influir en la materia y energía, sin causa mecánica observable y desafiando el espacio y el tiempo). No hay estadísticas al respecto, pero en otros países deben existir porcentajes similares de personas que asumen que tales cosas son posibles. Al fin y al cabo, ¿a quien no le ha pasado que al estar pensando en otra persona, ésta nos llama por teléfono? Este tipo de situaciones suelen predisponer a creer que hay “algo” allí fuera que no comprendemos pero que de alguna manera nos permite “hacer o conocer cosas” que nuestros sentidos habituales no nos permiten.

En realidad, el vocablo “telequinesia” fue acuñado en 1890 por el investigador ruso Alexander N. Aksakof y el término “psicoquinesia” fue utilizado por primera vez en 1914 por el americano Henry Holt en su libro “On the Cosmic Relations”. La palabra psicoquinesia fue adoptada por el parapsicólogo americano Joseph Bank Rhine en 1934, amigo de Holt, cuando realizaba experimentos que intentaban determinar si una persona podía influir mentalmente en el resultado de una tirada de dado. Ambos términos se refieren al mismo fenómeno, y a menudo son reemplazados por “influencia remota”, “influencia mental a distancia” o definiciones similares. A pesar de las “evidencias públicas” de que muchas personas eran capaces de lograr mover objetos a distancia o adivinar que estaba ocurriendo en otros sitios, lo cierto que al menos de forma oficial- hasta la década de 1970 el gobierno estadounidense no había investigado científicamente la cuestión.

En 1979, cuando Robert Jahn era el decano de la Escuela de Ingeniería y Ciencia Aplicada de la Universidad de Princeton, se creo el programa Princeton Engineering Anomalies Research (PEAR, o Investigación de Anomalías de la escuela de  Ingeniería de Princeton), con el objetivo de investigar científicamente si la mente humana era capaz o no de alterar solamente mediante el poder del pensamiento los resultados de sucesos aleatorios. Todos sabemos que al lanzar una moneda al aire, existe una probabilidad del 50% de que caiga sobre un lado determinado (cara o cruz). Los científicos a cargo de PEAR buscaban determinar si el pensamiento humano -por si solo- era capaz de alterar este porcentaje. Durante veintiocho años los ingenieros de Princeton realizaron miles de experimentos especialmente concebidos. Se hicieron 1.7 millones de ensayos, el equivalente al lanzamiento de 340 millones de monedas virtuales mediante ordenadores. Cuando los ordenadores “lanzaban” las “monedas”, los voluntarios -a menudo personas con presuntos poderes extrasensoriales- intentaban influir en los resultados, de forma que apareciese alguna anomalía estadística.

A lo largo de los años, los resultados parecían confirmar que los efectos de la psicoquinesia eran reales, aunque muy pequeños. Una desviación estadística de aproximadamente una parte en cada 10.000 revelaba que “alguna influencia” podía ser ejercida por la mente de los voluntarios sobre los generadores de números aleatorios de los ordenadores. Pero incluso estos magros resultados fueron cuestionados por otros científicos, quienes afirmaban que se debían a que existían errores en la recolección de los datos. Aunque PEAR tuviese razón y se pudiese influir mentalmente sobre los resultados de esa manera, las desviaciones eran tan insignificantes e impredecibles que no podrían ser utilizadas en la práctica. Sin embargo, en 1988 el ejercito de los Estados Unidos le pidió al Consejo Nacional de Investigación (CNI) que determinara la validez de los experimentos. Los generales estaban tan ansiosos por explorar cualquier ventaja que pudiesen hacer mejores sus tropas, que no dudaban en incluir en su “arsenal” a los poderes psíquicos. El CNI comenzó a trabajar en la creación de un batallón especial, compuesto por una suerte de “monjes guerreros” al estilo de los “jedi” de Star Wars. Estos soldados debían ser capaces de utilizar todas las técnicas de percepción extrasensorial, incluida la psicoquinesia. Pero cuando comenzaron a revisar concienzudamente los resultados de PEAR, notaron que algunos resultados no eran ni siquiera la mitad de lo bueno que parecían, y el “batallón Yoda” -al menos oficialmente- quedó abandonado.

En 2007, cuando finalmente se canceló PEAR, Robert L. Park, un físico de la Universidad de Maryland que además es autor del libro Voodoo Science: The Road From Foolishness to Fraud ( “Ciencia vudú: la ruta de la estupidez al fraude”) declaró que el proyecto había sido “una vergüenza para la ciencia, y también una vergüenza para Princeton”. Por su parte, Jahn creía que si la mente humana era capaz de influir en la frecuencia de aparición de los números generados por el ordenador, entonces podría también generar cambios en otras áreas de la vida o curar enfermedades. Sin embargo, y a pesar de que con su discurso y personalidad atrajo a decenas de estudiantes de Princeton y de otros lugares, a los científicos nunca los terminó de convencer. Incluso las revistas científicas se negaron a menudo a publicar sus trabajos. Incluso se dice que un famoso editor llegó a decirle que le publicaría un paper solamente “si se lo hacía llegar telepáticamente”.

Durante la Guerra Fría tanto los Estados Unidos como la Unión Soviética realizaron experimentos y proyectos relacionados con estos temas. Sin embargo, la falta de resultados concretos hicieron que poco a poco los equipos de científicos implicados se fuesen disolviendo. Como es lógico, siempre -incluso en la actualidad- aparezca algún embaucador que asegura que puede leer la mente o hacer levitar objetos, pero lo cierto que es que la ciencia no ha podido confirmar la existencia de estas habilidades.

Escrito por Ariel Palazzesi

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