Menu
in

¿Qué tanto vale un sistema operativo? (opinión)

Una vez más en la trinchera, queridos amigos. Dejando de lado al pobre William, todos sabemos que ya hemos estado aquí. Con dos sistemas operativos por venir en los próximos tres meses, pronto tendremos una nueva versión de la batalla de las plataformas, y gracias a la prensa, la propaganda, los errores y los aciertos, tal vez la veamos más afilada que nunca. Pero la gran pregunta es: ¿Qué importa? Sí, suena extraño pero hay gente allí afuera que no le importa en lo más mínimo lo que hagan la manzana, el pingüino y la ventana pintada de forma psicodélica. Mientras los gigantes corporativos se sacan los ojos para tentar a los fabricantes de instalar sus sistemas operativos en las netbooks, nettops, notebooks y ordenadores de escritorio que intentan vender, hay una enorme cantidad de usuarios que con sus Pentium III de diez años de edad tienen al mundo a sus pies, y se ríen de los gigantes. ¿Están acaso locos, o en verdad se trata de que la ignorancia es una dicha?

¿Cómo poder explicarlo de otra manera entonces? Aquellos que nos leen están al tanto de los movimientos relacionados con sistemas operativos, y saben que el seguir dichos movimientos se vuelve un poco adictivo, especialmente cuando se menciona un sistema operativo que los lectores utilizan. El sistema operativo es una pieza central en el mundo de la informática. Nadie lo niega. Ni siquiera los ordenadores pueden negarlo, ya que sin un sistema son simples cajas tontas solicitando uno (¡el que sea!) para poder funcionar. Y es a lo que nos enfrentamos cada día, todos los días, para trabajar, jugar, reír y llorar si se quiere. A mí me importa. A muchos de nosotros nos importa. Pero a muchos otros, no.

Todo depende de cómo se considere al ordenador. Para algunos es indispensable, fundamental, paralelo exacto al oxígeno que se necesita para respirar. Algunas personas logran encender el ordenador por las mañanas antes de despertarse ellas mismas. Vamos, ¿cuántos de los que están leyendo esto en una portátil la dejan a un lado de la cama cuando se van a dormir? Y ni me detendré a hablar de tener el ordenador de escritorio en la habitación, eso es algo casi "de facto" en algunos hogares. Pero nadie, absolutamente nadie, puede juzgar a alguien así. Porque sabemos qué es lo que van a encontrar al encender el ordenador al día siguiente. Sabemos qué es lo que los atrae y qué es lo que los decepciona. Diversión, distracción, conocimiento, comunicación, trabajo, oportunidades, proyectos… ¿qué estoy diciendo? Todo un condenado planeta de cuarenta mil kilómetros de circunferencia metido en una caja que como muy grande puede tener cuarenta centímetros de lado.

Y para otros, un utilitario. Un electrodoméstico si se quiere. Algo que está a la misma altura del horno de microondas. En resumen: Una cosa que simplemente tiene que funcionar y ya. Nada de controladores, ni antivirus, ni compilar un kernel, ni limpiar el Registro, nada. Hace varios años atrás mi papá me pedía que lo dejara correr algunas vueltas al "World Circuit", juego en el cual pasó varias horas. En reiteradas ocasiones le ofrecí volver a jugar el mismo juego, pero no hubo caso: "Se volvió muy complicado, no me gusta". Tenemos más poder de procesamiento, más capacidad, entornos gráficos excelentes y muy fáciles de usar, ¿y me dice que se volvió "muy complicado"? Sí, tiene razón. Hubo una época en la que era un simple placer escribir "SET BLASTER=A220 I5 D1 H5 T6" para hacer funcionar una tarjeta de sonido. Ahora, el hecho de sacar un controlador del interior de un archivo zip es algo detestable.

Algunos se han alejado de los ordenadores, por más absurdo y loco que suene. Otros siguen utilizándolos con una implacable dosis de indiferencia. Para nosotros serían simples máquinas de escribir digitales que todavía tienen instalada la primera edición de Windows 98, pero para ellos siguen siendo cajas confiables que hacen lo que se supone que deben hacer, y que no deben ser alteradas de ninguna forma. Hoy fui a la casa de una amiga y hace tres años que estoy tratando de convencerla de que debe borrar el disco duro de su portátil porque su instalación de Windows XP se está cayendo a pedazos. Siempre recibo la misma respuesta: "Funciona tal y como está, no le hagas nada". ¿Cómo convencer a alguien así? ¿Cómo le digo a un destornillador que comience a sacar clavos?

Y a esta clase de gente, la próxima guerra de sistemas le va a pasar caminando por al lado. Encenderán sus ordenadores de diez años de antigüedad con sistemas operativos de más de media década que de alguna forma pueden conectarse a la red y verán en sus vetustos navegadores cómo se presenta una actualización tras otra, con la frase "están todos locos" flotando en sus cabezas. Ante esta clase de mentalidad, la importancia de un sistema operativo cae a cero. Y por más que querramos arrancarnos cada pelo de la cabeza por ver y/o conocer a gente así, nos tenemos que preguntar: ¿Y qué tal si tienen razón? ¿Qué tal si los sistemas operativos no valen tanto como nosotros creemos? Algunos ya se lo han preguntado, y las primeras respuestas son perturbadoras en cierto modo. La computación en nube podría convertir al ordenador hogareño en una simple terminal, prácticamente sin nada instalado de forma local, salvo una pantalla, un teclado y un ratón. Otro concepto es el "Instant Boot" que están implementado algunos fabricantes de tarjetas madre. Hoy actualicé el BIOS en mi ordenador y me encontré con soporte para esta función, previa instalación de una distro especial de Linux de 350 MB en una partición de mi disco. Navegador, aplicaciones web, reproductor multimedia, conexión a Internet. Y nada más. ¿Qué les queda a los pobres sistemas operativos nativos entonces?

Probablemente lo más importante: La elección del usuario. Todo sistema operativo cae en su peor momento cuando deja de haber elección de por medio. Microsoft ganó su posición dominante en el mercado de los sistemas operativos, pero también abusó de ella y lo único que obtuvimos fueron clones de Windows 95 durante casi seis años. Ahora paga las consecuencias: Vista les explotó en las manos a pesar de los avances que se han hecho en ese sistema, el "temido" open source está más fuerte que nunca y Apple, aquella curiosa empresa que vendía ordenadores con nombres de mujeres por diez mil dólares y que estaba prácticamente quebrada, se convirtió en primera minoría gracias a carcasas de aluminio y teléfonos que no tienen teclas.

De esta forma, la elección parece menos complicada: Aquellos acostumbrados a jugar con el ADN de un sistema operativo no dejarán a Linux. A los que Windows les pareció demasiado complicado y están dispuestos a pagar para abandonar el universo Microsoft, una vez que pisen territorio Mac será muy difícil que lo abandonen. Y el resto, que al fin y al cabo sigue siendo la gran mayoría del mercado, permanecerá con Windows porque, bueno, conocer a un sistema operativo durante más de diez años tiene sus ventajas. Aún así, esta trinidad existente ha fallado en algo que, si no han podido lograrlo los tres juntos, jamás podrán hacerlo por separado, y es hacer cambiar de opinión al que no le importa. Me gustaría saber de forma exacta, en verdad exacta, cuántos ordenadores con más de cinco años están conectados a Internet en este momento. Para los usuarios sería un dato revelador. Para gente como Microsoft y Apple sería como vivir una película de Freddy Krueger en carne propia.

Una vez más en la trinchera, queridos amigos. Tanto Windows 7 como Snow Leopard vendrán a nosotros, y es probable que nos dejen girando como una peonza. Se actualizará el software y se comprará hardware en caso de ser necesario. Y habrá muchos, más de los que nosotros imaginamos, que no harán ni una cosa ni la otra. No importa lo que Redmond o Cupertino intenten hacer para forzar sus movimientos. Lo único que he visto que usualmente hace que una persona así cambie de ordenador, es que su sistema vuele por los aires, literalmente. Y cuando se enteran de que su viejo ordenador no puede repararse y que deben invertir todo lo que no invirtieron en hardware durante la última década de una sola vez, su indiferencia se hace más sólida que nunca. ¿Qué importa el sistema operativo? Lo que importa es que esa cosa funcione y no vuelva a romperse…

Escrito por Lisandro Pardo

Leave a Reply