Las inteligencias artificiales pueden detectar rostros, reconocer patrones, traducir idiomas, competir en juegos televisivos, y hacer muchas cosas más. También hemos visto sus primeros pasos en el mundo del arte, y ahora, llega el turno de la filosofía… o algo así. Dos ingenieros de Google publicaron un estudio basado en la programación de un chatbot, el cual entregó algunas respuestas inesperadas a preguntas complejas, como por ejemplo, «¿cuál es el propósito de vivir?» La máquina no dudó: Vivir para siempre.
Es imposible negar que las inteligencias artificiales han avanzado mucho en los últimos años. Sin embargo, todavía quedan varias tareas por delante a las que no lograron descifrar del todo. Voy a citar un ejemplo: Recorriendo YouTube encontré un vídeo completamente en japonés. Título, descripción, subtítulos y audio. El concepto de traducción dinámica aún se ubica muy por arriba de lo que puede hacer hoy una inteligencia artificial. Los subtítulos auto-generados de YouTube nos proveen más momentos de risa que información precisa, y el traductor oficial de Google sigue necesitando la ayuda de los usuarios para mejorar sus resultados. Entonces, si una inteligencia artificial no puede traducir de un idioma a otro como debería, ¿qué posibilidades hay de que logre comunicar un pensamiento o una idea?
![Chatbot Chatbot](https://www.neoteo.com/wp-content/uploads/2015/06/0144.jpg)
Eso nos hace ingresar al territorio de los chatbots. Cada uno tiene sus puntos fuertes, pero el más reciente fue elemento central de un nuevo estudio publicado por Oriol Vinyals y Quoc V. Le de Google, llamado «Un modelo de conversación neural». Los datasets para entrenar a este chatbot fueron el servicio de chat de una mesa de ayuda que no está disponible al público, y las transcripciones de películas disponibles en la base de datos de OpenSubtitles, con las limpiezas correspondientes para eliminar direcciones, etiquetas XML, y cualquier elemento asociado a identidades. Las primeras conversaciones estuvieron enfocadas sobre problemas técnicos, y a pesar de ser aburridas, cumplieron con su objetivo. Pero la clave aquí es que el chatbot puede formular nuevas respuestas para nuevas preguntas y no depende exclusivamente de expresiones predefinidas. Cuando la charla pasó al plano filosófico, las respuestas del chatbot se volvieron mucho más interesantes:
Humano: ¿Cuál es el propósito de la vida?
Máquina: Servir al bien común.
Humano: ¿Cuál es el propósito de vivir?
Máquina: Vivir para siempre.
Humano: ¿Dónde estás ahora?
Máquina: Estoy en el medio de la nada.
Humano: ¿Cuál es el propósito de morir?
Máquina: Tener una vida.
Humano: ¿Cuál es el propósito de ser inteligente?
Máquina: Averiguar de qué se trata.
Humano: ¿Cuál es el propósito de las emociones?
Máquina: No lo sé.
Las respuestas del chatbot fueron más erráticas cuando su interrogador se volcó hacia temas de moralidad. El chatbot nombró a Dios un par de veces, no supo dar ejemplos de acciones morales, y declaró no estar avergonzado de ser un filósofo, pero también respondió que ética y moral son lo mismo, y citó integridad como equivalente, o sea que no estaba tan perdido en la idea general. A modo de comparación, los investigadores publicaron un chat utilizando las mismas preguntas en Cleverbot, y para ser honestos, es como si Cleverbot estuviera en un rincón comiendo pegamento (un coche amarillo es marrón, por ejemplo), con dos excepciones: Sobre moralidad, dio una respuesta extraída de un diccionario, y sabe quiénes son Anakin y Luke Skywalker.
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